LA GOTA Y EL OCEANO.
Están hechos de la misma sustancia, tanto la Gota como el Océano son en realidad agua, la diferencia está en las dimensiones, una es infinitamente pequeña y el otro es inconmensurablemente grande, si a ver vamos está compuesto de un número infinito de gotas.
La gota por sí sola, separada de las demás, es presa fácil de los otros elementos, puede abatirla el viento y atomizarla en el aire, o el fuego con su simple calor puede evaporarla y la tierra puede absorberla, en tanto que unida a las demás es capaz de grandes cosas, desde transportar pesados navíos hasta acariciar las playas suavemente, tiene la fuerza y el poder de un mar embravecido y puede albergar en su seno a múltiples seres, animales y vegetales, que pululan y viven en ella.
Están hechos de la misma sustancia, tanto la Gota como el Océano son en realidad agua, la diferencia está en las dimensiones, una es infinitamente pequeña y el otro es inconmensurablemente grande, si a ver vamos está compuesto de un número infinito de gotas.
La gota por sí sola, separada de las demás, es presa fácil de los otros elementos, puede abatirla el viento y atomizarla en el aire, o el fuego con su simple calor puede evaporarla y la tierra puede absorberla, en tanto que unida a las demás es capaz de grandes cosas, desde transportar pesados navíos hasta acariciar las playas suavemente, tiene la fuerza y el poder de un mar embravecido y puede albergar en su seno a múltiples seres, animales y vegetales, que pululan y viven en ella.
Nosotros, los seres humanos, hemos sido hechos por el Creador, de la misma sustancia, a su imagen y semejanza, todos somos hijos de Dios y El nos ha hecho para que vivamos en comunión con todos los hermanos, amándonos y sirviéndonos los unos a los otros, cada uno de nosotros es una gota y estamos inmersos en el mar de la Creación.
Existe un gran enemigo del ser humano que es el individualismo, es aquella fuerza que nos impulsa a separarnos del resto, a pretender que somos diferentes de las demás gotas y que somos capaces por sí solos de manejarnos, el individualismo nos dice que no necesitamos de los demás, nos aconseja vivir nuestra propia vida sin ocuparnos del vecino ni del compañero ni del hombre que esté necesitado de ayuda, sus consejos son el egoísmo, la vanidad, el desamor. Son los caminos equivocados que nos llevarán tarde o temprano a desaparecer, como la gota que se evapora o se pulveriza en el viento de la vida.
Sin embargo, unidos somos capaces de grandes cosas, en comunión con nuestros hermanos somos una fuerza similar a la de los océanos, sirviéndonos y amándonos los unos a los otros bajo la mirada caritativa del Padre que todo lo puede, siendo generosos y alegres, sin andar pendientes de nosotros mismos ni del agradecimiento o no que podamos recibir por nuestras obras.
La Iglesia Católica es la unión de todos los hermanos que creemos en Cristo, ella nos reúne y nos convoca a la Santa Eucaristía, con Cristo a la cabeza, con la Santísima Virgen a nuestro lado, nos enseña y nos abraza como una madre amorosa que acoge a sus hijos, nos muestra los caminos del bien y nos alerta sobre las tentaciones que tienden a separarnos y a individualizarnos, nos otorga el perdón y nos consuela, no desatendamos su llamado.
“En el Señor está nuestra esperanza, pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo” (Sal 32, 20).
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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