lunes, 15 de marzo de 2010

XI-020 Inmersos en la Felicidad.


INMERSOS EN LA FELICIDAD.

El evangelio de ayer domingo, la famosa parábola del Hijo Pródigo, que trae San Lucas en su Capítulo 15, describe unos personajes, magníficamente identificados, sobre los cuales se han hecho muchas homilías y comentarios, tenemos al Padre que representa al Padre Misericordioso que es Dios Nuestro Padre, tenemos al Hijo Menor que representa a muchos de nosotros los pecadores que pensamos en el dinero como una fuente de placer y de gozo interminable y al Hijo Mayor que es también la representación de otro tipo de pecadores, aquellos que fingen sumisión y fidelidad pero que no tienen amor en sus corazones y solapadamente buscan un reconocimiento a sus servicios. Yo particularmente encuentro un personaje semioculto en la parábola que es el Hijo Mayor en la mente del Padre, cuando hay el reclamo por la fiesta que se le da al hijo menor y el Padre le responde: “Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo” (Lc 15, 31)

Cuando estamos siempre con el Padre, todo lo suyo es nuestro, se podría decir que estamos inmersos en la felicidad. Sin embargo, muchas veces no nos damos cuenta de esto, como no se dio cuenta el Hijo Mayor en la parábola, así como no nos damos cuenta que estamos inmersos en el aire que nos rodea, que alimenta nuestro cuerpo que nos refresca y nos da vida.

El pueblo judío, de quien Dios se compadeció cuando sufría la esclavitud en Egipto, a quien Moisés rescató por voluntad de Dios y llevó atravesando el Mar Rojo de forma milagrosa, a quien Dios calmó su sed y alimentó con el maná en el desierto, estaba prácticamente inmerso en esa felicidad que consiste en estar al lado del Padre y tener todo lo que se necesite, pero sin embargo se rebeló contra el Padre, llegó hasta pensar que estaban mejor en la esclavitud de Egipto y se construyeron un becerro de oro para adorarlo.

Medita un poco, ¿no estarás tu también inmerso en la felicidad que da el Padre y no te has dado cuenta? ¿Eres de aquellos que tienen trabajo, casa, comida, familia, amigos y reniegas de tu situación actual y quisieras tener más? ¿No serás acaso tú una persona que como el Hijo Mayor de la parábola, se resiente porque a los demás se les premia y se les hacen fiestas y a ti “nunca te han dado ni un cabrito para hacer una fiesta con tus amigos”?

Reconoce todo lo que Dios te da cada día, agradécelo y nunca te apartes de su lado, porque a su lado vivirás siempre inmerso en la felicidad, en la verdadera felicidad.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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