viernes, 15 de octubre de 2010

XI-098 No juzguen a los demás.


NO JUZGUEN A LOS DEMAS.



Vamos a comenzar por distinguir entre el juicio que hacemos entre lo que es bueno y lo que es malo que es en realidad un discernimiento razonado sobre algún hecho o algún comportamiento, tomando en cuenta lo que nos han enseñado nuestros padres y nuestros maestros, lo que sabemos por los mandamientos de la Ley de Dios y los mandamientos de la Iglesia, allí estamos juzgando al pecado no al pecador, ese es un juicio que podemos hacer y que de hecho aflora espontáneamente cuando consideramos una situación o un suceso: que hubo un crimen, eso está mal, que hubo un robo, eso está mal, pero lo que no podemos juzgar es al pecador, ¿por qué? , porque no somos jueces, no conocemos las pruebas, no sabemos con certeza que aquella persona fue la que cometió la falta de la cual se le acusa, a veces incluso los jueces con las pruebas en la mano se equivocan y condenan a un inocente. Por el contrario, sabiendo que Dios es misericordioso y que nosotros debemos imitarlo, deberíamos más bien tener misericordia con aquel pecador, especialmente si es un pecador arrepentido.

Jesús nos dice: “No juzguen a los demás y no serán juzgados ustedes. Porque de la misma manera que ustedes juzguen, así serán juzgados, y la misma medida que ustedes usen para los demás será usada para ustedes. ¿Qué pasa? Ves la pelusa en el ojo de tu hermano, ¿ y no te das cuenta del tronco que hay en el tuyo?” (Mt 7, 1-3)

Casi siempre nos creemos a nosotros mismos “personas buenas”, es por eso que cualquier falla que encontramos en los demás la criticamos, es decir emitimos un juicio sobre aquella persona, incluso llegamos hasta hablarle y decirle que se corrija de aquel defecto, de aquel modo de actuar, pero en el fondo de todo esto lo que realmente estamos haciendo es juzgándonos buenos a nosotros mismos, no nos damos cuenta de nuestras propias fallas pero si las distinguimos a leguas de los otros.

La misericordia de Dios consiste en querer salvarnos a pesar de nuestras faltas y de nuestros defectos, y nosotros debemos también procurar no solo salvarnos a nosotros mismos sino salvar también a nuestros prójimos. Que orgullosos, sonrientes y satisfechos nos presentaríamos, el día que nos toque, frente al Señor y le diríamos “Mira Señor, cuantas almas he salvado para ti”

“No hagas reproches al pecador arrepentido; acuérdate que todos somos culpables” (Sir 8, 5)

Hagamos un recuento de nuestra vida, cuantas veces hemos pecado y ofendido al Señor, somos pecadores, estamos necesitados de la misericordia de Dios porque sabiendo lo que es bueno y lo que es malo hemos escogido lo malo en algún momento, queremos su misericordia, procuremos por tanto tenerla nosotros con los otros pecadores, no sea que nos juzguen algún día con la misma medida.

No juzguemos a los demás, seamos misericordiosos y Dios tendrá misericordia de nosotros.

Que la paz llegue a todos sus hogares, les recuerdo este fin de semana acudir a la misa dominical y rezar el rosario en familia para que permanezcan unidos en el Señor.

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