COMO TRATAR CON DIOS.
Uno de los grandes legados que nos dejó Jesucristo Nuestro Señor fue la manera de tratar con Dios. Si leemos el Antiguo Testamento vemos que anteriormente no existía la posibilidad de un trato directo entre Dios y los hombres, la comunicación se efectuaba por medio de personas escogidas por Dios, los llamados Profetas, ellos escuchaban la palabra de Dios y la trasmitían al resto de las personas. El Salvador nos enseña que Dios es nuestro Padre y que como tal debemos tratarlo y comunicarnos con El por medio de la oración.
El mismo Jesús mantenía una comunicación diaria con el Padre por medio de la oración, hasta que un día sus discípulos le dijeron: “Señor enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.” Les dijo: “Cuando recen, digan: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino. Danos cada día el pan que nos corresponde. Perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe. Y no nos dejes caer en la tentación.” (Lc 11, 1-4)
También les enseñó que esa oración debe ser perseverante hasta los límites del cansancio y les puso como ejemplo aquella parábola del amigo fastidioso que le insistía a medianoche al que ya estaba acostado para que le prestara tres panes para ofrecérselos a un amigo que había llegado de viaje y el otro aunque no quería, ante la insistencia de este, tuvo que levantarse y dárselos. Por eso nos dice Jesús: “Pues bien, yo les digo: Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen a la puerta y les abrirán. Porque todo el que pide recibe, el que busca halla y al que llame a la puerta se le abrirá.” (Lc 11, 9-10).
Dios es nuestro Padre, es un Padre bondadoso, que nos ama, mostrémosle en nuestras oraciones que estamos concientes de esto que también nosotros le amamos y le bendecimos, que sabemos que es un Dios que perdona nuestras culpas, que sana nuestros cuerpos enfermos y que nos da los bienes de la tierra para nuestro disfrute, pidámosle no solamente por nuestras necesidades personales sino por las de todas las criaturas de la tierra que son nuestros hermanos, para que se destierren el odio y la mentira, por la unión y la solidaridad de las familias, para que reinen en el mundo la justicia y la paz que todos anhelamos.
Pidamos a la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre Nuestra, ella que es plena de gracia, que nos acompañe en nuestras oraciones que ruegue por nosotros, para que merezcamos alcanzar las gracias que pedimos en nuestras súplicas a Dios Padre.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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