lunes, 29 de noviembre de 2010

XI-117 Inseparables


INSEPARABLES.

El pasado viernes hablamos un poco acerca de la Virgen de la Medalla Milagrosa, cuya fiesta celebramos el día sábado 27 y ayer 28 se conmemoró el día de Santa Catalina Labouré, la vidente de la Virgen Milagrosa, figura inseparable de aquella aparición, como lo son también: San Diego de las apariciones de la Virgen de Guadalupe en México, Santa Bernardita de las apariciones de Lourdes en Francia, los pastorcitos de las apariciones de Fátima en Portugal y la Sierva de Dios María Esperanza de las apariciones de Betania en Venezuela, no se puede hablar de una sin dejar de hablar de la otra.

A Catalina Labouré se le llama también “la santa del silencio” porque ella conservó en silencio por más de cuarenta años, como se lo pidiera la Virgen María, el hecho de haber sido la protagonista de aquellas apariciones que dieron origen a la impresión de la Medalla Milagrosa que fue difundida en el mundo entero, fue solo al final de su vida que se le permitió aclarar el misterio y recibir el merecido homenaje del pueblo francés y posteriormente de toda la Iglesia Católica.

Catalina nació en el seno de una familia campesina cerca de la aldea de Fain-les-Moutiers, en una granja de trigo y viñedos, su padre se había casado en plena época del terror de la Revolución Francesa y había tenido ocho hijos antes de que llegara Catalina y después de ella tuvo dos más, familia de recursos modestos, pero un hogar en el que se rezaba todos los días y los niños aprendían las oraciones antes que las letras, un hogar en el que reinaba el amor fraterno y en el que Dios estaba por encima de todo lo demás.

De hecho Catalina no pudo asistir a la escuela ni aprender a leer y escribir por ayudar a su madre en las labores domésticas, además el colegio quedaba lejos y su hermana mayor había ingresado al convento. Su Madre, agotada por la vida de trabajo incesante que tuvo que llevar, fallece cuando apenas tenía 42 años y es Catalina quien asume las obligaciones de la casa, ella le pide a la Virgen que la ayude y que sea su “madre” de ahora en adelante.

Sin embargo, a pesar de las duras tareas hogareñas, Catalina encuentra tiempo para dedicarle a Dios, va con frecuencia a oír misa por las mañanas, se somete a duras penitencias y ayuna los viernes y los sábados y de vez en cuando va a la iglesia de Fain y ora de rodillas en las losas de piedra aún con el intenso frío del invierno.
A ella se le presentó más de un buen partido para casarse por su seriedad, animosidad y responsabilidad en sus deberes, sin embargo su respuesta fue siempre negativa a estas pretensiones, su deseo era ser religiosa, pero su padre no lo permitía porque la consideraba indispensable en la casa.

Continuaremos hablando de Catalina, la santa inseparable de las apariciones de la Virgen Milagrosa.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

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