miércoles, 13 de julio de 2011

XII-071 Reconocer los momentos felices y confiar en los dificiles


RECONOCER LOS MOMENTOS FELICES Y CONFIAR EN LOS DIFICILES.

Tenemos que saber reconocer nuestros momentos felices, a menudo sucede que nos acordamos de todo lo malo que nos ha pasado pero dejamos en el olvido los momentos de felicidad que Dios nos ha regalado. En estos días escuchaba hablar a alguien que decía que en su vida nunca había tenido momentos felices, porque había tenido tales y cuales enfermedades y enumeraba unas cuantas por las que había pasado y entonces yo le decía ¿y no recuerda los momentos en que se recuperó de cada una de esas enfermedades?, cuando le volvió la salud al cuerpo, cuando volvió a sentirse bien?
Pues sepa usted que por cada momento de infelicidad que Dios permite, siempre hay un momento de felicidad, el momento en que nos recuperamos de aquella dificultad, lo que pasa es que no lo sabemos reconocer, nos parece algo normal el que nos sintamos bien. Sin embargo, sentirse bien es una felicidad que Dios nos da con mayor frecuencia que las dificultades, por eso tenemos mucho que agradecer al Señor y así como nos acordamos de El para pedirle en nuestras enfermedades, saber agradecerle por los muchos momentos en que gozamos de buena salud.

Dios está siempre con nosotros, tanto en los momentos felices como en los difíciles, tenemos que tener fe en su presencia y en su socorro, una fe inquebrantable que se desborde, como el de aquella cananea que cuenta el evangelio de San Mateo que pedía a gritos:”!Señor, hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija está atormentada por un demonio” Pero Jesús no le contestaba ni una palabra. Entonces sus discípulos se acercaron y le dijeron: “Atiéndela, mira como grita detrás de nosotros” Jesús contestó: “No he sido enviado sino a las ovejas perdidas del pueblo de Israel”. Pero la mujer se acercó a Jesús y puesta de rodillas, le decía: “!Señor, ayúdame.!” Jesús le dijo: “No se debe echar a los perros el pan de los hijos” La mujer contestó: “Es verdad Señor, pero también los perritos comen las migajas que caen de la mesa de sus amos.” Entonces Jesús le dijo: “Mujer, ¡que grande es tu fe! Que se cumpla tu deseo. Y en aquel momento quedó sana su hija. (Mt 15, 21-28).

Que nuestra fe sea grande en los momentos difíciles, con insistencia, con perseverancia, oremos pidiendo el auxilio del Señor que El se conmoverá sin duda de nuestra disposición de espíritu, de nuestra humildad, de nuestra fe. Dios es inmensamente misericordioso y no mira nuestra indignidad, se deja más bien llevar por los impulsos de su magnánimo corazón. Cuando te parezca que Dios no te ha oído, clama más fuerte, con más insistencia, en esos momentos el alma arde por amor a Dios y tu insistencia es como un soplo que aviva esa llama para que no se apague.

Que la paz de Cristo y la bendición de Dios Todopoderoso llegue a todos sus hogares
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