AMEMOS DE CORAZON A MARIA.
Dios reunió todas las aguas en un solo lugar e hizo el mar y reunió todas las gracias en un solo ser e hizo a María. La Santísima Virgen María es merecedora de todo nuestro amor, es digna de que la amemos de corazón. Amando a María imitamos a Jesús y con él a la Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.
El Padre había previsto, desde toda la eternidad, en su inmensa sabiduría que llegaría un momento en que sus criaturas humanas errarían el camino, a pesar de todas las advertencias de los Profetas y que sería necesario que El enviara a su Hijo Unigénito, para que revelara al mundo las verdades de la Fe y redimiera con su sangre a toda la humanidad, para que pusiera las fundaciones de una Iglesia que fuera el conducto por medio del cual los hombres lograrían su salvación. Un millar de años antes de la venida de Cristo, había revelado por medio de sus Profetas, detalles de esta visita, para que no existieran dudas acerca de esta realidad, había dicho que sería por medio de una Virgen que ese Niño vendría al mundo, algo insólito para la mente humana. Es quizás a partir de ese anuncio que todas las jóvenes vírgenes de Israel ansiaban ser la escogida por el Señor para esta extraordinaria maternidad.
Una jovencita humilde de la ciudad de Nazaret fue la escogida por el Señor, ella no solo era Virgen y sus padres la habían consagrado a Dios, sino que en su corta existencia había demostrado, con la fuerza de su plegaria y la elevación de sus virtudes, un amor y una entrega total al Dios de Israel, al verdadero y único Dios. Sin embargo, Dios no quiso imponer su voluntad de manera autoritaria, sino que envió a uno de sus ministros a comunicarle a María sus planes y la respuesta de ella fue “He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” ( Lc 1, 38)
Y el Hijo de Dios bajó de los cielos para encarnarse en aquel vientre virginal, para esconderse en el seno de María, sometió su libertad y todo su poder a aquella jovencita de apenas 15 años, ocultó su resplandor y su gloria durante treinta años, confiado en sus maternales brazos.
Demos nosotros también gloria a Dios, amando de corazón a María, sometiéndonos a sus brazos maternales, a sus sabios consejos, a su ternura de Madre amorosa. Imitemos a Jesús que supo dar Gloria a Dios Padre por medio de su amor a María, su Madre.
María sigue hoy en día preocupada por todos nosotros, por nuestra salvación, es por ello que viene a aconsejarnos personalmente, en Fátima, en Lourdes, en Betania, y en tantos otros lugares, ejerciendo su papel de Madre de todos nosotros, sus Hijos de la tierra, ese rol que le encomendara su Hijo en la Cruz y que ella ha sabido interpretar con amor y ternura.
No desoigamos su voz, amémosla de corazón y con ello estaremos imitando a Jesús y dando Gloria al Padre Eterno.
Que la paz de Cristo esté con todos ustedes y la bendición de Dios Padre Todopoderoso llegue a sus hogares, les deseo un feliz fin de semana y no olviden la Santa Misa el domingo y el Rezo del Rosario en familia.
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