NO SABEMOS EL DIA NI LA HORA.
Hace pocos días vi por televisión la noticia de la muerte de un Jockey de apellido Herrera, en una pista de carreras de Norte América, me hizo recordar que hace muchos años, en 1975 tuvimos aquí en Venezuela un caso similar con uno de los mejores jinetes chilenos que ha corrido en nuestro país, se llamaba Juan Eduardo Cruz, “El Negro Cruz”, ganador de varias estadísticas, y es que estos son casos raros a pesar de la peligrosidad que reviste montar un caballo en una pista de carreras. Algo similar ocurre en las carreras de carros, deporte de alto riesgo, recordemos la muerte del campeón mundial de Fórmula Uno, el brasileño Ayrton Senna, en el año 1994 en el Gran Premio de San Marino en Imola, Italia. Los accidentes ocurren en el momento menos esperado, no sabemos el día ni la hora.
Alguien me decía que antes la gente moría en su cama, confortado por sus familiares, recibiendo los santos oleos y el sacramento de la Eucaristía, pero que hoy en día no es así, la gente muere en los hospitales, en una mesa de operaciones o en una cama de hospitalización, rodeado de personas extrañas que no están pendientes de ayudarle espiritualmente a bien morir, y últimamente una gran mayoría muere en las calles, víctimas de la violencia y la inseguridad, lo cierto es que no sabemos el día ni la hora y gracias a Dios que es así porque se dice que una de las mayores angustias que sufren los condenados a muerte es precisamente el saber con precisión el día y la hora en que se cumplirá su sentencia.
Por eso el buen católico debe estar siempre preparado, como dice la parábola de las novias, con las lámparas encendidas y con aceite de repuesto, en otras palabras procurar estar en gracia de Dios, confesado y comulgado, con la conciencia tranquila sin miedo a lo que pueda ocurrir. Pero esto desde luego es muy difícil pues somos pecadores y constantemente estamos cayendo en tentaciones que nos hacen perder la pureza de alma; roguemos a San José que es Patrono de la Buena Muerte para que nos proteja y nos alcance un tránsito similar al suyo que fue en la compañía de Jesús y de la Santísima Virgen María, para ello se reza la Oración de los siete dolores y gozos de San José.
En todo caso es bueno saber que un Acto de Contrición, dicho antes de morir, nos alcanza el perdón de Dios, pero hay que distinguir entre un Acto de Contrición que es el que se dice por amor, con dolor profundo de haber ofendido a Dios y no por miedo a la muerte, hemos de pedirle a Dios perdón porque le amamos, por ejemplo una fórmula rápida para en caso de que no tengamos tiempo de hacer una larga oración es decir “Dios mío, perdóname”, porque cuando decimos “Dios mío” estamos diciéndole a Dios que le amamos y porque le amamos estamos arrepentidos de haberle ofendido con nuestros pecados, por eso le pedimos que nos perdone, practiquemos a diario esta jaculatoria que es de mucho valor, “Dios mío, perdóname”.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario