jueves, 30 de mayo de 2013

XIV-042 Deja que Dios sea Dios


DEJA QUE DIOS SEA DIOS.

Recientemente han estado muy en boga los cursos y consejos de autoestima, para que el hombre se valore  y se quiera a sí mismo, dándole la energía y el convencimiento de su verdadero poder sobre el mundo que lo rodea. A primera vista luce muy bien, pero si miramos hacia atrás. lo vemos como un signo de decadencia de la humanidad, pues el hombre siempre se quiso mucho a sí mismo y no solo dejó de darse su verdadero valor sino que sobre estimó su poder y sus capacidades. De hecho se ha dicho en términos humorísticos que sería muy buen negocio si el hombre se comprara por lo que realmente vale y se pudiera vender por lo que cree que vale.

Esa sobreestimación que hace el hombre de sí mismo, lo lleva a emprender cualquier tarea de la vida diaria o a tratar de resolver cualquier problema por su propia cuenta, sin tomar en cuenta para nada a Dios, desde las tareas más simples hasta las más complejas. No se trata de que no reconozca la existencia de Dios, si, Dios está para ciertas cosas, pero yo puedo resolver esto sin la ayuda de Dios, solamente cuando se ve con el agua al cuello es que recurre a Dios.

En nuestro repaso del Catecismo hemos leído que Dios es Todopoderoso, que nos ha creado y que nos ama inmensamente, que cuida de su creación y que se vale de nosotros para irla perfeccionando, si tomáramos en cuenta todas estas premisas no pondríamos a Dios de lado en nuestras acciones, sino que por el contrario nos pondríamos en sus manos para que nos manejara como a sus siervos  y pudiéramos hacer solamente su voluntad, si así lo hiciéramos todo nos saldría a la perfección, si dejáramos que Dios fuera Dios y nosotros solamente sus siervos.

Las tareas tenemos que hacerlas, no es que le vamos a pedir a Dios que las haga y mientras tanto nosotros nos metemos en el chinchorro a esperar que nos llamen a comer, nosotros somos las manos y los brazos del Señor, lo que vamos a pedirle es que nos maneje, que se valga de nosotros para lograr sus propósitos y hacerlo todo en su nombre, por él y para él. Recuerdo que la Sierva de Dios, Maria Esperanza, hasta en las tareas más sencillas como por ejemplo ponerle la sal a una sopa que estaba preparando, al echar cada porción decía “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.

No tratemos de ser nuestros propios dioses, dejemos que Dios sea Dios y seamos nosotros solamente sus siervos y en todo nos irá mejor cada día, porque es Dios quien está actuando por intermedio de nosotros, en todo tiempo, en los momentos sencillos y en los difíciles, porque Dios ha dicho: “Nunca te dejaré ni te abandonaré” y nosotros hemos de responder confiados: El Señor es mi socorro, no temeré. ¿Qué pueden hacerme los hombres?” (Heb 13, 5-6)
Glorifiquemos a Dios con nuestras vidas.

Que la paz de Cristo reine en tu corazón, te deseo un feliz fin de semana y no olvides el rezo del Rosario en Familia y la asistencia a la misa dominical, que Dios te bendiga.

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