domingo, 11 de enero de 2009

X-002 Compartamos este Secreto


A comienzos de año suelen surgir proyectos y propósitos en los que ponemos todo nuestro optimismo para lograr desarrollarlos con éxito en el transcurso de los próximos meses. Sin embargo, a pesar de todo el entusiasmo que ponemos en ello, la mayoría de las veces fracasamos y por una circunstancia u otra tenemos que abandonarlos. Quiero compartir con ustedes hoy un secreto, el secreto del éxito en todo lo que podamos emprender.
Para poder lograr ese éxito tan deseado, tenemos que “asociarnos”, buscar un socio que tenga las siguientes características: Que esté siempre a nuestro lado, en las buenas y en las malas; que no nos niegue nada de lo que le pidamos, a menos que sea algo que nos pueda perjudicar; que busque siempre la perfección en todo, de manera que no pueda haber fallas que perjudiquen nuestros propósitos; que no nos confunda ni nos deje confundirnos que es una de las causas por la que mayormente fracasamos.
La única persona que reúne estas características es Jesús de Nazaret, si lo asociamos a todo aquello que nos proponemos lograr, siempre que sea un buen propósito que va a producir beneficios para nuestra vida particular, familiar o de nuestra comunidad, seguramente lo tendremos de nuestro lado.
¿Y cómo asociar a Jesús a nuestros proyectos y propósitos? Es muy simple, siguiendo sus enseñanzas que están en la Biblia y en la Tradición de la Iglesia, orando, meditando sus palabras, con la penitencia y acercándonos a El en la Eucaristía. El solamente nos pedirá a cambio fidelidad. Y si todo esto nos parece difícil, podemos recurrir a la intercesión de la Virgen María, su Santísima Madre, ella está dispuesta a ayudarnos y lo hará con mucho amor porque ella quisiera que todos sus hijos se acercaran a Jesús y fueran sus amigos y sus “socios”.
Si ponemos toda nuestra confianza en Jesús no quedaremos defraudados, tenemos que pensar que sin El no somos nada, sólo somos polvo. En cambio El es toda ternura y compasión para con sus criaturas. Digamos como el salmista: “Si el Señor está conmigo, no temo, ¿Qué podrá hacerme el hombre?” (Sal 118, 6).
Meditemos sobre esta verdad que ya no es un secreto, a pesar de que hay muchos que “mirando no ven y escuchando no oyen”(Lc 8, 10) Son aquellos a quienes estas palabras les entran por un oído y le salen por el otro.
No seamos sordos ni ciegos ante la luz que vino al mundo para disiparnos las tinieblas, para iluminar nuestras pisadas a fin de que no tropecemos con ningún obstáculo y alcancemos nuestra meta.

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