jueves, 22 de enero de 2009

X-008 Misterio y Revelación.


En una de las meditaciones recientes hablábamos de los Misterios de aquel niño que había nacido en Belén y del asombro de las gentes al comprender que la mano de Dios estaba en todo esto, pues bien, toda la vida de Jesús es un misterio, ya que todos los hechos que nos narran los evangelistas son prácticamente inaccesibles a nuestra razón. Solamente a través de la fe podemos aceptarlos aún cuando humanamente no los comprendamos.

Y fue por esa fe que tuvieron los primeros creyentes, entre ellos los evangelistas que habían estado cercanos o habían presenciado los hechos, que fueron escritos los evangelios, con el propósito de compartir con nosotros su fe.

No solo es misterio el nacimiento de Jesús y su niñez, sino su juventud, sus milagros, sus palabras, su pasión, su muerte y su resurrección, desde aquellos pañales en los que lo envolvió su Madre al nacer, hasta aquel sudario que enjugó su sangre al morir, toda su vida es un profundo misterio ya que “en él permanece toda la plenitud de Dios en forma corporal” (Col 2, 9).

Por tanto la vida de Jesús no solamente es Misterio sino que también es al mismo tiempo Revelación, porque nos revela al Padre, a quien no conocíamos, Todo él es reflejo e imagen del Padre, no solamente su físico sino sus palabras, su manera de ser, su manera de amar, de tratarnos, de comprendernos y su compasión y su misericordia. Su misión en la tierra era precisamente esa, revelarnos al Padre. “El que me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14, 9).le dijo Jesús a Felipe cuando le pidió que le mostrara el Padre.

Desde luego que es muy difícil para nuestra razón entender el Misterio de la Santísima Trinidad, cómo es posible que tres personas distintas sean un mismo y Unico Dios verdadero, pero Jesús nos lo dice : “esto no viene de mi, sino que el Padre, que permanece en mi, hace sus propias obras. Yo estoy en el Padre y el Padre está en mi. Créanme en esto; o si no, créanlo por las obras mismas.” (Jn 14, 10-11).

Pidámosle al Señor que nos de la fe necesaria para aceptar sus misterios, para que podamos creer en Jesús y en sus obras, para que también nosotros vivamos unidos entrañablemente a él y por lo tanto al Padre, para comprender que el Misterio de Jesús hecho hombre no es otra cosa que la Revelación del gran amor que el Padre siente por todos nosotros. La manera en que podemos lograr esto es cumpliendo sus mandamientos e invocando al Espíritu Santo para que permanezca siempre con nosotros.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


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