“Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.”
La presencia de Jesús entre el pueblo judío, cuando inició su predicación y sus obras, causó diversos comentarios y encontradas opiniones, es por eso que en una oportunidad les pregunta a sus discípulos “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mt 16-13).
A su vez los discípulos dan diferentes versiones: “Unos dicen que eres Juan El Bautista, otros que eres Elías o Jeremías, o alguno de los profetas.” (Mt 16, 14) Incluso el Rey Herodes que había mandado a matar a Juan El Bautista, quería conocerlo tomando en cuenta que se decía podría ser una reencarnación de Juan.
Lo que si es común a estas versiones es la condición de profeta que viene a ser hasta hoy la creencia de la religión judía. El día que el pueblo judío reconozca quien fue verdaderamente Jesús y digan como nosotros “Hosanna al que viene en nombre del Señor”, estaremos en el camino de la unidad de las Iglesias y seremos todos un solo rebaño con un solo pastor.
“Jesús les preguntó: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?. Pedro contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.” Jesús le replicó: “Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”(Mt 16, 15-17).
En la época, la expresión “la carne y la sangre” simbolizaba la condición humana, si analizamos la felicitación que Jesús le da a Pedro, quiere decir que esa revelación no es humana, no proviene de seres terrestres, sino del Padre que está en los cielos, Esta felicitación es también válida para nosotros, los seres humanos de hoy en día a quienes se nos ha revelado a Cristo, porque eso significa que hemos sido escogidos para esa revelación, no por elementos de la tierra sino por el mismo Padre Celestial que así como entonces escogió a Pedro para hacerle la revelación, ahora nos escoge a nosotros para que sepamos la verdad, que Cristo es en realidad el Mesías, el escogido, el Hijo del Dios vivo en quien creemos.
Es curioso como en todos los evangelios, inmediatamente después de esta declaración de Pedro, viene el anuncio que Jesús hace de su Pasión y la invitación a seguirle en el camino de la Cruz. ¿Cuál es el significado de esto? Que la respuesta que debemos dar a la revelación que nos ha hecho el Padre es el seguimiento de Jesús.
Nuestro deber es seguir a Jesús, cargar con nuestras propias cruces y acompañarlo al cumplimiento de su misión. Seamos fieles a este seguimiento y estaremos dando respuesta efectiva a la gracia que se nos ha dado a la escogencia de que hemos sido objeto.
Señor Jesús, yo te reconozco como el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, por eso te amo, te adoro y te bendigo, permíteme seguirte cumpliendo tu evangelio por el camino que lleva a tu Reino.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
La presencia de Jesús entre el pueblo judío, cuando inició su predicación y sus obras, causó diversos comentarios y encontradas opiniones, es por eso que en una oportunidad les pregunta a sus discípulos “¿Quién dice la gente que soy yo?” (Mt 16-13).
A su vez los discípulos dan diferentes versiones: “Unos dicen que eres Juan El Bautista, otros que eres Elías o Jeremías, o alguno de los profetas.” (Mt 16, 14) Incluso el Rey Herodes que había mandado a matar a Juan El Bautista, quería conocerlo tomando en cuenta que se decía podría ser una reencarnación de Juan.
Lo que si es común a estas versiones es la condición de profeta que viene a ser hasta hoy la creencia de la religión judía. El día que el pueblo judío reconozca quien fue verdaderamente Jesús y digan como nosotros “Hosanna al que viene en nombre del Señor”, estaremos en el camino de la unidad de las Iglesias y seremos todos un solo rebaño con un solo pastor.
“Jesús les preguntó: “Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?. Pedro contestó: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo.” Jesús le replicó: “Feliz eres, Simón Barjona, porque esto no te lo ha revelado la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”(Mt 16, 15-17).
En la época, la expresión “la carne y la sangre” simbolizaba la condición humana, si analizamos la felicitación que Jesús le da a Pedro, quiere decir que esa revelación no es humana, no proviene de seres terrestres, sino del Padre que está en los cielos, Esta felicitación es también válida para nosotros, los seres humanos de hoy en día a quienes se nos ha revelado a Cristo, porque eso significa que hemos sido escogidos para esa revelación, no por elementos de la tierra sino por el mismo Padre Celestial que así como entonces escogió a Pedro para hacerle la revelación, ahora nos escoge a nosotros para que sepamos la verdad, que Cristo es en realidad el Mesías, el escogido, el Hijo del Dios vivo en quien creemos.
Es curioso como en todos los evangelios, inmediatamente después de esta declaración de Pedro, viene el anuncio que Jesús hace de su Pasión y la invitación a seguirle en el camino de la Cruz. ¿Cuál es el significado de esto? Que la respuesta que debemos dar a la revelación que nos ha hecho el Padre es el seguimiento de Jesús.
Nuestro deber es seguir a Jesús, cargar con nuestras propias cruces y acompañarlo al cumplimiento de su misión. Seamos fieles a este seguimiento y estaremos dando respuesta efectiva a la gracia que se nos ha dado a la escogencia de que hemos sido objeto.
Señor Jesús, yo te reconozco como el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, por eso te amo, te adoro y te bendigo, permíteme seguirte cumpliendo tu evangelio por el camino que lleva a tu Reino.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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