EL PAN DE VIDA.
Dijo Jesús: "Yo soy el Pan de Vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron; aquí tienen el pan que baja del cielo para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y la daré para la vida del mundo." (Jn 6, 48-51)
Esta es la gran herencia que Jesucristo nos ha dejado, la Eucaristía, por medio de ella podemos unirnos verdaderamente a él, porque ese pan y ese vino, una vez consagrados en la celebración de la Santa Misa, pasan a convertirse en su Cuerpo y su Sangre, y se nos da en la Comunión como alimento divino para nuestro espíritu, con todos los beneficios que encierra esa unión con el Señor, algo que ni siquiera los ángeles pudieron lograr. Ese pan y ese vino constituyen un nuevo maná celestial, pero un maná que no solo va a alimentar nuestro cuerpo sino que también dará vida a nuestra alma y una vida que nunca termina, la vida eterna.
Vamos a proponernos en esta Cuaresma a tomar conciencia de la importancia que tiene para nosotros ese Pan de Vida, vamos a prepararnos para recibir a Jesús con toda su alma y divinidad, recordando aquella primera vez en que se nos ofreció en el altar envuelto en blancos velos y que nos hizo tan felices, unámonos definitivamente a él y perseveremos en nuestro propósito. El será para nosotros el consuelo y el alivio que necesitamos.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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