RESURRECCION, DEFENSA DE LA VIDA.
Cristo ha resucitado, nuestra alegría es inmensa, nuestro Dios ha vencido a la muerte, tenemos un Dios de vivos, no un Dios de muertos. El amor ha triunfado sobre los odios porque nuestro Dios solo ha predicado el amor entre los hombres y su decálogo es un Código de Respeto y caridad con el prójimo, respetando en primer lugar la vida de aquellos que son reflejo de Cristo.
Desde luego que nuestra alegría es en primer lugar algo personal porque ahora sabemos que todo era cierto que Jesús había hablado con la verdad, cuando dijo: “El Hijo del Hombre tiene que ser entregado en manos de los pecadores y ser crucificado, pero el tercer día resucitará” (Lc 24, 5-7). Sin embargo si analizamos la trascendencia de este hecho nos damos cuenta que la resurrección tiene un carácter universal porque ella significa una defensa de la Vida.
Jesús es por sobre todo un defensor de la vida, no solamente sobre la Guadaña tenebrosa que a tantos asusta, sino por todo aquello que la disminuye, la ofende o la dificulta: el hambre, la miseria, las expulsiones, los secuestros, las cárceles, las torturas y tantas otras calamidades que unos hombres imponen a los otros para hacer prevalecer su voluntad y sus caprichos.
Oremos al Dios del amor, al Dios de la vida, para que por su resurrección y su triunfo glorioso, ahuyente del mundo todas esas tendencias que promueven el aborto, la eutanasia, la discriminación, el terrorismo y las guerras, para que el mundo tenga paz y los hombres puedan vivir en sana convivencia los unos con los otros.
Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.
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