NO BASTA DECIR: “!Señor!, ¡Señor!.”
En estos días fuimos al Cementerio a visitar la tumba de la Sierva de Dios, María Esperanza y llevarle algunas flores, y como nuestro vehículo estaba fuera de servicio, contratamos un taxi para que nos llevara, esperara unos minutos y luego nos regresara a casa, en el camino hablamos con el chofer del taxi y nos enteramos que era una persona alejada de las prácticas cristianas, a pesar de haber sido bautizado, de creer en Dios, tenía alrededor de cuatro años que no se acercaba a una Iglesia a rezar ni participar de la Santa Misa, le explicamos quien era María Esperanza, lo invitamos a acompañarnos hasta la tumba y rezar el rosario con nosotros, lo cual aceptó y pudimos observar, con alegría interior, como luego al terminar, en voz baja le hacía algunas peticiones a la Sierva de Dios que, como tantas veces lo hizo en vida, aún desde su tumba sigue inspirando los corazones para que se acerquen al Señor.
Así como aquel taxista existen muchas personas que por medio de sus padres o por conveniencias sociales reciben los primeros sacramentos del Bautismo y de la Primera Comunión y luego se alejan de las prácticas religiosas, dicen creer en Dios, pero no asisten a la Misa Dominical ni practican la caridad, solo le llaman en los momentos de necesidad o angustias y le dicen “!Señor, Señor!”
Jesús nos dice en el evangelio: “No bastará con decirme: ¡Señor!, ¡Señor!, para entrar en el Reino de los Cielos, más bien entrará el que hace la voluntad de mi Padre del Cielo. “ (Mt 7, 21)
Es que el mundo en que vivimos tiene muchas ficciones que sin darnos cuenta perturban nuestra mente y nos llevan por caminos equivocados, atraídos por falsos ídolos de barro, estrellas que brillan artificiosamente y aparaticos electrónicos que distraen nuestra atención, ruidos incesantes, músicas de alto volumen que no nos permite escuchar la palabra de Dios, el trabajo diario, el constante ir y venir de personas y de vehículos en las calles que no nos permiten tener momentos de silencio y de meditación para acercarnos al Señor y poder decirle Aquí estoy Señor para hacer tu voluntad.
Tenemos que favorecer nuestro crecimiento interior para poder distinguir con claridad lo que es bueno y lo que es malo para nuestro espíritu, hacer espacios en nuestro trajinar diario para tener momentos de silencio y de meditación que nos lleven a una conversación franca con Jesús Nuestro Señor, no solo en los momentos en que estemos atravesando dificultades sino más bien cuando vamos a agradecerle que siempre está con nosotros, observando cada uno de nuestros actos y cuidándonos porque somos sus criaturas y nos ama inmensamente.
La mejor de todas las actitudes que podemos tomar es apartar una media hora los domingos para ir a la Santa Misa y escuchar la palabra del Señor, meditarla, asimilarla y ponerla en práctica, eso fortalecerá nuestro espíritu y nos dará fuerzas para soportar los embates del mundo que nos rodea, preservando nuestra familia de los vientos que se arrojen sobre nuestra casa.
Que la paz de Cristo llene vuestros corazones y la bendición de Dios Todopoderoso llegue a todos sus hogares.
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