lunes, 22 de agosto de 2011

XII-088 Hola! ¿Cómo te va?





HOLA! ¿Cómo te va?.

La meditación de hoy vamos a hacerla sobre los criterios que utilizamos para valorar las cosas que hacemos. Me explico, supongamos que nos encontramos con un amigo y nos aborda con la expresión del titular de esta meditación: Hola! ¿Cómo te va? En base a qué le respondemos, él quiere saber sobre lo que estamos haciendo y quiere en cierta forma, por la misma amistad que siente por nosotros, también hacer su valoración de nuestra actividad, por eso no bastaría con decirle: Me siento bien, porque no nos está preguntando por nuestra salud.Pongamos otro ejemplo, ahora a la inversa, somos nosotros los que preguntamos, sabemos que nuestro amigo ha comenzado hace poco en un nuevo trabajo, o siendo recién graduado ha comenzado a ejercer su profesión, viene caminando muy airoso y le preguntamos: Hola! ¿Cómo te va?, no le estamos preguntando por su salud puesto que lo vemos que está bien, lo que en realidad nos interesa saber es qué ha pasado con esa nueva actividad, con ese nuevo proyecto en que sabemos se ha embarcado, es decir que la pregunta en realidad no es física sino espiritual. Ese amigo nuestro tenía sus sueños, sus aspiraciones cifradas en sus estudios y estaba ansioso de entrar a ejercer su profesión y nuestro verdadero interés está en conocer si esos sueños se han hecho realidad, no en saber si hoy le duele la barriga porque tiene mala digestión.

Por tanto lo que sentimos en nuestro cuerpo no es el parámetro adecuado para evaluar el resultado de lo que hemos estado haciendo, porque si estamos realizando nuestro sueño existe una satisfacción interior que supera el estado de salud física, es nuestro espíritu el que se siente feliz de haber logrado lo que anhelaba, aunque para ello haya tenido que sacrificarse y molestar su estado corporal, si estamos haciendo algo que nos satisface no nos importa para nada que nos duela aquí o más allá.


De allí la importancia de ofrecer todo lo que hacemos o vayamos a emprender a Dios Nuestro Señor, si lo hacemos por amor a El, nuestro espíritu se va a sentir feliz, si actuamos con justicia y sabiduría, sin importar el esfuerzo físico, el cansancio o el desgaste de nuestro cuerpo, y El estará cuidando de nosotros en todo momento. También las obras de piedad y de misericordia tienen esa virtud, de enaltecer nuestro espíritu, cuando ayudamos a alguien, cuando lo acompañamos en su soledad o en su vejez, cuando le damos esa palmadita en el hombro a un amigo para reanimarlo y volverlo al entusiasmo cotidiano, todas son actitudes y acciones que aunque sean difíciles o tediosas nos llenan internamente y nos elevan espiritualmente y es muy probable que esto a su vez se convierta en medicina para nuestros propios problemas corporales.


“Aunque el justo padezca muchos males, de todos los librará el Señor, El cuida con afán todos sus huesos, no le será quebrado ni uno de ellos” (Sal 34, 20-21)


Que la paz de Cristo llene sus corazones y la bendición de Dios Todopoderoso llegue a todos sus hogares.

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