¡VENGA A NOSOTROS TU REINO!
Es una de las frases que decimos cuando oramos el Padre Nuestro, la oración que enseñó Jesús a los apóstoles cuando ellos le pidieron que los enseñara a orar. Pero, ¿ te has puesto a pensar alguna vez en su significado? ¿Qué es el Reino de Dios? y ¿Por qué le pedimos que venga a nosotros?
Jesús en los evangelios intenta muchas veces de explicar con ejemplos lo que significa el Reino de Dios, hay una de esas explicaciones que tal vez recuerden, la que dice que el Reino de Dios es como una semillita de mostaza que es una de las semillas más pequeñas que existen, que un hombre la siembra en su campo y luego a medida que se va regando la tierra comienza a surgir como una pequeña planta que va creciendo y creciendo y “se hace más grande que las plantas de huerto. Es como un árbol, de modo que las aves vienen a posarse en sus ramas” (Mt 13, 31-32).
El Catecismo nos dice que la misión de la Iglesia es la de anunciar e instaurar entre todos los pueblos el Reino de Dios inaugurado por Jesucristo. No olvidemos que la Iglesia somos todos nosotros los bautizados en la Iglesia de Cristo, por tanto nuestra misión es esa. ¿Pero cómo es ese Reino de Dios? En primer lugar es un reino de paz y de justicia, es decir un reino en el que no hay guerras, ni bombas ni misiles, ni armas de ningún tipo, es un reino en el que se hace justicia es decir que se da a cada quien lo que le corresponde, en el que no hay explotación sobre los pueblos, en el que no hay programas genocidas para matar a los hermanos, en el que se respeta la vida, desde su concepción hasta el llamado del Señor, un reino en el que los hombres comparten solidariamente los bienes que Dios les ha confiado, en el que todos seamos como una gran familia universal.
Alguien me dirá: Pero eso es una maravilla, eso es utópico, ¿cómo se puede convertir este mundo cruel de hoy en día en ese mundo ideal de justicia de paz y armonía de que nos habla Nuestro Señor?
La respuesta está en la figura que dio Jesús y que citamos anteriormente, si cada uno de nosotros, en cumplimiento de la misión que se nos ha encomendado como Iglesia de Cristo, cumplimos nuestra parte en anunciar la buena noticia, seremos como esa semillita pequeñita de la mostaza que a la larga se convertirá en una planta y luego en un arbusto. Tenemos que pedir a Dios en nuestras oraciones que venga a nosotros su Reino, pero al mismo tiempo tenemos que cumplir nuestro papel de semillita, sembrar ese reino con nuestro ejemplo con nuestro proceder que sea una decisión constante de hacer presente ese reino en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro trabajo, en nuestra escuela, en todos los ámbitos en que nos desenvolvemos, con nuestra oración, con nuestra palabra, con nuestras acciones en servicio de los demás, para que así pueda el Reino de Dios venir a nosotros y se cumpla la voluntad del Padre que está en los cielos.
Que la paz de Cristo reine en tu corazón y la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y sobre tu familia y permanezca siempre
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