miércoles, 22 de agosto de 2012

XIII-078 La Palabra, escucharla y ponerla en práctica



LA PALABRA, ESCUCHARLA Y PONERLA EN PRACTICA.

Estaba Nuestro Señor Jesucristo hablando a las gentes cuando de entre la multitud se alzó la voz de una mujer que dijo:”!Feliz la mujer que te dio a luz y felices los pechos que te amamantaron!, pero Jesús le replicó: “Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la ponen en práctica” (Lc 11, 27-28) En cierta forma aquella mujer estaba manifestando su envidia, por decirlo de algún modo, de la Madre de Jesús por haber dado a luz y criado a aquel orador que tenía admirados a todos los presentes, pero Jesús les hace ver a todos que no basta con la admiración de sus palabras sino que hay que ponerlas en práctica.

Si cuando leemos las Sagradas Escrituras nos quedamos solamente en la admiración y en expresiones como “que bello”, “que bien que hablaba Jesús”, “que inteligencia”, estamos simplemente perdiendo el tiempo, igual podríamos decir de un libro cualquiera, de una prosa o de una poesía muy bonita que han sido escritas para deleitar nuestro intelecto, para distraernos, para pasar un rato agradable. Jesús no vino al mundo para que admiráramos sus dotes de orador ni para que envidiáramos a las personas que tuvieron la dicha de conocerle y tratarle personalmente, Jesús vino al mundo con el propósito de salvar a la humanidad, vino para revelarnos la existencia de un Padre Celestial y de un Reino de Dios que está preparado para recibirnos, pero cuya entrada es estrecha y debemos salvar muchas dificultades para lograrlo. Jesús vino no solo para revelarnos la verdad sino para enseñarnos el camino, para enseñarnos el sentido de nuestra existencia, nuestra razón de vivir.

Cuando decimos “La Palabra” nos referimos a la Palabra de Dios que es la Palabra por excelencia, esta Palabra fue inspirada por el Espíritu Santo a las personas que escribieron los libros que están contenidos en la Biblia, el Génesis, los Proverbios, los Salmos, los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, etc., etc., esa Palabra debemos leerla pidiendo al Espíritu Santo que nos de sabiduría para entenderla, para saborearla con el mismo gusto con que Dios la inspirara en los que la escribieron, para que sea fuego que prenda en nosotros el deseo de emprender el camino de la salvación, para que la meditemos, la oremos, con respeto y con el deseo de ponerla en práctica, porque si no la ponemos por obra no estamos haciendo nada, en ella está toda la verdad y ella perdurará a través de los tiempos, pasarán el cielo y la tierra pero la Palabra de Dios permanecerá por siempre.

Escojamos el momento y el lugar apropiado para leer la Palabra de Dios, donde no nos perturbe el ruido del mundo, para que podamos interiorizar esos conceptos, que resuenen como campanadas en nuestro corazón y tengan eco en nuestros sentidos para obrar el bien. Alabado y Glorificado sea el Señor.

Que la bendición de Dios Todopoderoso descienda sobre ti y toda tu familia y permanezca por siempre.

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