LA PRIMERA COMUNION.
El sábado pasado estuve presente en la Primera Comunión de un numeroso grupo de niños del Colegio Mater Dei, ubicado en la población de San Antonio de Los Altos, cercana a Caracas, a la cual fue invitada la Coral Betania para realizar la parte musical de la Eucaristía. Los actos se realizaron en el Gimnasio Deportivo del Colegio, con una asistencia que estimo en alrededor de dos mil personas, entre alumnos, representantes y amigos de los primo-comulgantes. Todo muy bien organizado por un Comité de Damas que mereció como premio una ovación de los asistentes.
Meditando sobre el significado de este acto, pienso que para muchos será inolvidable, desde luego para todos aquellos que participaron activamente en la organización y realización del mismo, especialmente para los niños que recibieron por primera vez a Jesús. La Primera Comunión es un evento que marca una etapa en la vida de los católicos, sea grande como el referido, o sea un acto sencillo, será siempre una experiencia imborrable en nuestras vidas. Pensemos por un momento en las semanas de Catequesis que recibieron esos niños, en la preparación minuciosa del acto, en su primera confesión, en aquella ansiedad que deben haber sentido en la víspera de la Comunión, en la emoción de vestir un traje especial para aquel evento y el propio día todo aquel gentío, los aplausos, la Misa, los cánticos, los fotógrafos, y allí en el altar el centro de toda su atención, el Cuerpo y la Sangre de Cristo que esperan para ser distribuidos a cada uno de ellos, que emoción tan grande.
“Yo soy el pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de ese pan, vivirá para siempre…el que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna…permanece en mí y yo en él”(Jn 6, 51-54-56)
Sin embargo, como sucede siempre, de ese grupo de niños unos perseverarán y otros se dispersarán, con el pasar de los años, habrá quienes se cansen de ese maná celestial, como los hebreos en el desierto se cansaron de aquel alimento que Dios les enviaba. A medida que van creciendo va quedando atrás la inocencia, vienen los nuevos conocimientos, el contacto con los amigos, el sentimiento de sentirse ya hombres, con juicio y poder de decisión, todo esto a muchos les hace tomar el camino equivocado, les hace olvidarse de aquel tesoro que encierra el Sagrario de cada Templo y que día tras día, semana tras semana nos espera silenciosamente, incansablemente.
Seamos como niños, es la clave para poder entrar en el Reino de los Cielos, recordemos nuestra Primera Comunión, recordemos el amor con que Jesús se acercó aquella vez a nosotros para el primer encuentro, volvamos a él que siempre nos espera con el mismo amor.
Que la paz de Cristo y la bendición de Dios Todopoderoso llegue a todos sus hogares.
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