lunes, 15 de diciembre de 2008

IX-123 ¡Felíz Navidad!



Quisiera que tanto hoy como en los próximos días no dejásemos de lado la meditación diaria, bien sea por medio de la lectura de algún pasaje bíblico, de la vida de algún santo o de alguno de los libros que hemos recomendado a lo largo de este año y que nos han servido de bibliografía, también queda ahora abierta la posibilidad de visitar nuestra página web en donde pueden releer alguna de las meditaciones escritas en los últimos meses, aprovecho la oportunidad para agradecerles las visitas a la página que ya superan las mil en tan corto tiempo.

El Niño Jesús viene al mundo para renacer en nuestros corazones, para que renovemos nuestro espíritu, con la meditación, la oración, la penitencia y la eucaristía.

Es mucho lo que podemos hacer con nuestras oraciones, ya ustedes han visto la efectividad de la Oración Comunitaria que hemos practicado durante el año, Dios está atento a lo que pidamos en nombre de su Hijo Jesucristo, por eso nos dice “Pedid y recibiréis, yo haré todo lo que pidiéreis en mi nombre”. Aún si estamos muy ocupados, hagamos el tiempo para la oración, en esos tiempos “muertos” entre una tarea y otra, en las salas de espera, en las colas, en el tránsito, siempre hay unos momentitos en los que no tenemos nada que hacer, en ese momento digamos una Jaculatoria: Señor mío y Dios mío, ayúdame a encontrar el camino, dame luz en mi decisión, santifica mi hogar y bendice mi familia.

Hay que rezar para poder afrontar las tentaciones, el enemigo es mucho más inteligente que nosotros, pero la oración nos da fuerza porque alimenta nuestro espíritu, pidámosle a la Santísima Virgen que nos ayude a perdonar como Jesús, que nos ayude a tolerar como él lo hizo, a amar, a servir, a ser santos porque Dios nos quiere santos, para ello tratemos de rezar el Rosario, si es posible en familia, por lo menos una vez a la semana, hagamos una obra de caridad por lo menos una vez al día, y no olvidemos la misa dominical.

Les reitero mis deseos por una Feliz Navidad para todos, seguiremos en contacto, yo voy a estar aquí en Caracas así que pueden enviarme sus correos y yo les reenviaré también algunos para que mantengamos regada la planta de la amistad que nos une. Un gran abrazo para todos y que Dios les bendiga ahora y siempre.

viernes, 12 de diciembre de 2008

IX-122 Tiempo de Recomenzar.


Nunca es tarde para comenzar de nuevo, Dios siempre nos espera, es paciente, nos da vida sobrenatural para que tengamos todo el tiempo necesario para rectificar nuestras vidas, nadie más paciente que El.

Este año está ya en sus últimos días, pero al sonar las doce campanadas de la media noche del treinta y uno de diciembre, otro año nacerá y la alegría se posará en todos los corazones, es el renacer constante de todas las cosas creadas por Dios, cuando un año muere otro lo reemplaza con el vigor y el entusiasmo de un recién nacido.

Pero para que ese nuevo año nazca es necesario que muera el año viejo. Jesús dijo: “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que ama su vida la destruye; y el que desprecia su vida en este mundo, la conserva para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Y al que me sirve, el Padre le dará un puesto de honor”.(Jn 12, 24-26).

Los invito a meditar hoy sobre nuestras vidas, sobre el tiempo que hemos vivido sea poco o mucho, hagámonos algunas preguntas y respondamos con sinceridad: ¿Cuál ha sido nuestra principal preocupación? ¿Pensar en el porvenir? ¿Pensar en conservar nuestra vida, en vivir mejor? ¿Y qué papel ha jugado Jesús en nuestros planes?.

Es tiempo de recomenzar, es tiempo de hacer que muera en nosotros ese hombre viejo, cargado de injusticias y de pecados, para que renazca uno nuevo que de frutos, muchos frutos. Dejemos atrás esa vida pasada en la que vivíamos solo pendientes de nosotros mismos y vamos a cambiar definitivamente, vamos a arriesgarnos por las cosas nobles en lugar de pensar en nuestra propia vida y en nuestro futuro. Nuestro futuro está es en manos de Dios, solo El sabe hasta cuando quiere tenernos aquí en la tierra y cuando nos va a llamar a su presencia, dejemos esto en sus manos que no nos preocupe, preocupémonos más bien de servir a Dios para que podamos estar junto a Jesús y el Padre nos de un puesto de honor. Y ¿Cómo podemos servirle? Sirviéndole en nuestros hermanos, viendo la cara de Jesús en cada uno de ellos, especialmente en los más pobres y desamparados.

Virgen Santísima, Reconciliadora de todos los pueblos, ayúdame a reconciliarme con Dios, a olvidarme de mi vida pasada y a recomenzar, a vivir una nueva vida, inmerso en las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

IX-121 Viene porque te ama.



Alguna vez te has preguntado ¿Por qué vino Dios al mundo? Usemos de nuestra mente, de nuestra razón, de ese sano juicio que Dios nos ha dado para meditar sobre esta pregunta. ¿Por qué el Altísimo, siendo un Dios Todopoderoso, quiso que su Hijo amadísimo se humanara y que naciera pobre y desconocido en aquel humilde pesebre de Belén?.

Lo hizo porque nos ama, asumió nuestra carne y se rebajó al nivel de nosotros, pobre entre los más pobres, para mostrarnos su rostro, para enseñarnos a vivir y a conducirnos por el camino de la verdad, el camino que nos lleva de regreso al Padre, al Criador, para salvarnos. En cada diciembre recordamos esa venida y le esperamos con nuestro corazón abierto, porque El viene para ti, viene para mi, viene porque nos ama, viene porque te ama.

Desde su nacimiento Dios nos muestra con toda claridad y sabiduría que de nada vale la arrogancia del mundo para la vida eterna, venimos al mundo desnudos y nos iremos también desnudos, que no debemos amar las vanidades de esta tierra que solo sirven para alimentar nuestra soberbia y alejarnos del verdadero amor, el amor divino, el amor de aquel que se hizo hombre por nosotros.

Dios viene a nosotros porque nos ama, correspondamos a ese amor siguiendo su ejemplo, su vida, aprovechemos esa luz que ha venido a despejar las tinieblas del mundo y sigámosla, no la perdamos de vista, no miremos a los lados ni mucho menos hacia atrás, así como el girasol acompaña el curso del sol durante el día y se inclina con reverencia ante su brillo y resplandor, así también nosotros adoremos y alabemos a nuestro Dios, demostrándole que estamos agradecidos por habernos amado primero y cuando le recibamos en la eucaristía y lo tengamos en nuestro pecho pidámosle con fervor que nos transforme que nos asimile a El, que nos ayude con su amor a ser solidarios con los más pobres y necesitados que nos haga renacer en esa vida de humildad y sencillez que El escogió desde su nacimiento.

Señor, quiero conocerte, amarte y servirte, yo creo en ti, se que viniste al mundo porque me amas, yo también te amo, aquí estoy a tus plantas, hazme crecer en la obras de amor al prójimo, ayúdame a cumplir tus mandatos y dame tu bendición.

Agradecimiento: Nos escribe Juanita Esparza para agradecernos a todos por la Oración Comunitaria que hicimos el día 1º. de Diciembre por su nietecito Matías y nos dice: “Ya está de alta en su hogar para alegría de todos nosotros”. Alabado sea Dios, démosle gracias porque escuchó nuestras súplicas.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

lunes, 8 de diciembre de 2008

IX-120 La Palabra se hizo carne.


Para mi, el mes de Diciembre siempre ha sido muy importante, no solo por que nací en este mes, sino también porque me casé, mi hija nació en Diciembre y también una nieta, nacida de ella, y dos de mis hijos se casaron en diciembre, es realmente un mes con sobrados recuerdos, pero desde luego el evento más importante ocurrido en diciembre, no solo para mí sino para toda la humanidad, fue el nacimiento de Jesús, el momento en que la Palabra de Dios se hizo carne y habitó entre nosotros.

Hasta ese momento Dios se había dado a conocer a los hombres por medio de su Palabra, todos aquellos que presentían su existencia al observar las maravillas de la creación, al contemplar las fuentes, las cascadas, el mar, el bosque, el cielo y las estrellas, reconocían la existencia de un ser supremo creador de todas las cosas que se manifestaba en la alegría de la naturaleza, en el trinar de los pajarillos, en el rumor del viento, pero que también a veces manifestaba su carácter y su disgusto en la sonoridad del trueno, en la furia de la tempestad y en el temblor de la tierra.

Cuando el hombre comenzó a vivir en sociedad y sintió la necesidad de formar comunidades para relacionarse con los otros hombres, lo hizo trasladando la agresividad de su vida salvaje y así los más fuertes se impusieron a los más débiles y los oprimieron y los explotaron de manera inclemente. Dios quiso entonces poner orden en aquellos grupos anárquicos y creo leyes, mandamientos, fórmulas de comportamiento social y se las hizo saber a los hombres por medio de los Patriarcas y de los Profetas.

Sin embargo, el hombre reaccionó negativamente contra aquellos enviados de Dios y no solo se negó a obedecer aquellos mandatos sino que torturó y mató a los emisarios del Señor.

El Altísimo decidió entonces enviar a su propio Hijo, para que revelara a los hombres la verdad, fue entonces cuando la Palabra de Dios, el Verbo de Dios, se hizo carne, por medio del Espíritu Santo, se engendró en el vientre sagrado de una Virgen y adquirió un cuerpo humano, igual al de cualquiera de nosotros, igual en todo menos en el pecado, y fue creciendo en secreto, con la mayor humildad, en medio de la pobreza, en medio de los oprimidos, para venir al mundo en aquel Diciembre que ahora todos recordamos con gran alborozo.

Alabemos al Señor porque ha sido clemente con nosotros, ha sido paciente, nos ha demostrado su amor y cantemos con alegría, junto a los ángeles que anunciaron el nacimiento: ¡Gloria a Dios en el Cielo, y en la tierra Paz a los hombres que ama el Señor!

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.



viernes, 5 de diciembre de 2008

IX-119 La fuerza del silencio.


Es muy importante para la vida espiritual saber valorar y utilizar la fuerza que hay en el silencio. Para algunos es muy difícil callar y hablan tanto que dicen lo que no debían haber dicho, luego se arrepienten, son como ese cuento de la carreta vacía que hacen más ruido mientras más vacíos están.

La Sra. María Esperanza me dijo una vez que: “El silencio es la fuerza positiva que reafirma al hombre en sus derechos” Recordemos los silencios de Jesús durante su pasión y en medio de aquel bullicio y de aquel interrogatorio infame al que fue sometido.

En el silencio podemos hablar con Jesús que está calladito en el Sagrario. El lee nuestros pensamientos y sabe lo que queremos decirle, no hacen falta las palabras.

El hablar debe ser solo para decir cosas útiles y de provecho tanto para nuestros interlocutores como para nosotros mismos. Dice San Pablo en la carta a los Efesios: “No salga de sus bocas ni una palabra mala, sino la palabra que hacía falta y que deja algo a los oyentes”. (Ef 4, 29)
Y Kempis nos dice: “El mal uso que hacemos de la lengua y la dejadez en nuestro aprovechamiento espiritual son, en gran parte, la causa de que no guardemos los límites debidos en nuestro hablar. En cambio, la devota conversación sobre cosas espirituales, máxime entre personas que están unidas en Dios y animadas por un mismo espíritu e ideal, sirve no poco para el provecho espiritual del alma”.


Ahora, guarda unos minutos de silencio, medita sobre lo que has leído, piensa en las veces que has hablado de más y los perjuicios que esto ha causado y hazte un propósito, elevar tu vida espiritual con una buena dosis de silencio, utilizando y sacando el mayor provecho de la fuerza del silencio.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.



miércoles, 3 de diciembre de 2008

IX-118 !Maran atha! !Ven, Señor!


Estamos a la espera de la venida del Señor, lo deseamos inténsamente, por eso exclamamos con todo nuestro amor: ¡Maran Atha! ¡Ven, Señor! (1Co 16, 22).

Vamos a celebrar con mucha alegría esta Navidad, la Virgen María espera un bebé para esa noche, con toda humildad, en medio de la probreza, en una cueva de Belén, vendrá a la tierra un Niño que llevará por nombre Jesús porque él salvará al mundo, él es el Mesías, el Hijo de Dios.

Adornemos nuestras casas con motivos navideños, imitemos en un rincón aquella escena encantadora de la Noche Buena en que nació nuestro Salvador, rodeado de la Virgen María y de San José, así como de aquellos animales que se guarecían del frío invernal, incorporemos los ángeles que anunciaron a los pastores la buena nueva y estos acudieron con sus ovejas a contemplar aquel regalo maravilloso que nos enviaba Dios. Adornémonos también nosotros interiormente, vivamos una navidad espiritual.

Que felicidad tan grande la de la Virgen María al saber que llevaba en su interior aquel tesoro inmenso que el Altísimo le había confiado. Nosotros también podemos experimentar esta felicidad si acudimos a la Eucaristía, el propio Jesús con todo su cuerpo, alma y divinidad, vendrá a nosotros, bajo las formas aparentes del pan y del vino entrará en nuestro cuerpo y sanará con una sola palabra nuestra alma.

Llamémosle con esa expresión tan ardiente: ¡Maran Atha! ¡Ven, Señor!

Jesús yo creo en ti. Sana mi alma Señor, estoy arrepentido de mis pecados, quiero que vengas a mí, alimentes mi espíritu y sacudas mi conciencia, la limpies de todo delito y me vuelvas a tu gracia que había perdido. Te espero Señor, no tardes, lléname con tu amor y tu presencia, las puertas de mi corazón están abiertas de par en par para ti, entra Señor.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


lunes, 1 de diciembre de 2008

IX-117 Ser Protagonistas.



Hace pocos días hablábamos de los Protagonistas y de los Espectadores, señalando a los primeros como los personajes centrales de un acto o de un acontecimiento, la persona que recibe los honores y las lisonjas y les aconsejába no envidiar su situación, ser pacientes y esperar nuestro propio momento. A veces se es protagonista casi sin querer, simplemente porque se vence una fecha, un aniversario, un cumpleaños, en cambio en otras se es por voluntad propia, porque se ha actuado, como los actores de una obra de teatro o de una película o por realizar un acto heroico o singular.

Hoy voy a referirme al protagonismo en nuestra vida religiosa, en nuestra vida espiritual y en nuestra vida diaria. Así como en las obras de teatro, a cada uno de nosotros se nos ha dado un papel, un rol que debemos representar en esta obra que es la vida, unos como hijos, otros como esposos, como padres de familia, como abuelos, padrinos, sacerdotes, laicos y tantos otros que el gran autor ha creado con amor y con misericordia, desempeñando ese papel es que debemos ser protagonistas.

El autor de la obra nos observa, él conoce a perfección el papel de cada uno de nosotros, sabe además que no somos perfectos y que podemos equivocarnos, hacer o decir algo que no convenía, que podemos tropezar en nuestros movimientos y está dispuesto a pasar por alto esas fallas, pero nosotros debemos poner todo lo que está en nuestro intelecto y en nuestra voluntad para hacerlo bien, para darle gracias por el papel que nos ha asignado, por tener sus ojos puestos en nosotros, por perdonar nuestras faltas, por darnos todo lo necesario para cumplir nuestro papel y ganarnos con nuestra actuación el aplauso que El nos tiene prometido.

Seamos pues protagonistas, acudamos continuamente al consejo y a la ayuda del Autor, con nuestra oración y con los sacramentos, pongamos toda nuestra voluntad a su servicio y estaremos dando gloria y alabanza al Rey del Universo.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

viernes, 28 de noviembre de 2008

IX-116 No había posada para ellos.



La Virgen María y San José viajaron de Nazaret a Belén en una jornada que duró cinco días con sus cuatro noches, aparentemente solos, sin embargo el Altísimo había dispuesto que diez mil ángeles les acompañaran durante el viaje, porque ellos llevaban consigo su más bello tesoro, su Hijo amadísimo. Aquellos ángeles les servían y les protegían de los peligros del camino, invisibles para otras personas pero visibles para ellos, refulgentes, con un brillo tal que la noche parecía el día, alegrando su trayecto con cánticos e himnos de alabanza.

Sin embargo, el viaje mezclaba con los momentos agradables, también momentos de penalidades y molestias, por un lado la cantidad de personas que viajaban y por otro los desprecios de que eran objeto por ser pobres. En todos los sitios atendían muy bien a los que veían ricos y con lujosos vestidos en tanto que a ellos los despedían como a gente inútil con palabras ásperas y desagradables. La Virgen podía ver las almas de todos los que iban y venían, penetrando en sus pensamientos más ocultos, así que conocía el estado de cada una de ellas respecto a la gracia y el pecado, por lo que lloraba y clamaba a Dios por aquellas almas que iban a la perdición. Igualmente oraba por los enfermos que se cruzaban con ellos en el camino.

Llegados a Belén, como a las cuatro de la tarde, comenzó la penuria de buscar posada, en medio de un invierno con nieves y lluvias que les causaba mayor penalidad. La Virgen estaba fatigada por el viaje, mientras José tocaba a las puertas de posadas y mesones y casas de conocidos, pero en ninguna fueron admitidos. En esto llegaron a la casa donde estaba el registro para el Censo, así que aprovecharon de inscribirse y pagar el impuesto correspondiente, cumpliendo con el motivo de su viaje.

En total consultaron en más de cincuenta lugares con paciencia y mansedumbre, cuando ya eran como las nueve de la noche, José recordó que en las afueras de la ciudad había una cueva donde los pastores llevaban a descansar a sus animales y hacia allí se dirigieron y la encontraron vacía, se llenaron de consuelo y alabaron al Señor.

Son muchas las conclusiones que podemos sacar de esta meditación: La humildad y paciencia que debemos tener ante el desprecio de los demás, la aceptación de la voluntad del Padre, el amor a nuestros enemigos y a los enfermos y desahuciados, amor a la pobreza y búsqueda de la perfección. Que la Virgen Santísima ilumine tus caminos con aquellas luces resplandecientes que la acompañaron en su ruta a Belén, te lo deseo de todo corazón.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

lunes, 24 de noviembre de 2008

IX-115 Protagonistas y Espectadores.


Alguien dijo una vez que en el mundo existen tres clases de personas: los que hacen que las cosas sucedan, los que ven lo que está sucediendo y los que ni se enteran de lo que ha pasado. No quisiera ni pensar que alguno de ustedes pueda estar en el tercer grupo, pero lo que si es cierto es que a todos en su momento nos ha tocado estar en alguno de los dos primeros, siendo protagonistas unas veces y otras siendo espectadores.

En una boda por ejemplo, los protagonistas son los novios, ellos reciben las felicitaciones y los buenos augurios, los regalos, las atenciones y los elogios, por otro lado están los invitados que en este caso son los espectadores, ellos ven toda la ceremonia, y participan del festejo y de la alegría que embarga a los contrayentes, cada quien juega su parte y esto debería ser motivo de satisfacción para todos. Sin embargo, hay algunos, especialmente entre los espectadores que envidian la posición de los protagonistas y quisieran recibir los honores y las lisonjas en su propia persona, es el amor propio y a las cosas circundantes que aflora de manera perjudicial.

El Altísimo, en su plan divino, tiene reservados para cada quien momentos en los cuales les tocará ser protagonistas y momentos en los cuales debemos ser espectadores, no podemos permitir que nuestro amor propio nos haga codiciar los momentos de los demás, no debemos entristecernos ni fatigarnos ni lamentar las preferencias y las lisonjas que reciban nuestros prójimos, por el contrario, cada quien debe jugar su papel y abandonarse libremente en la voluntad del Señor, dejando a un lado la sed de honores, aplausos, premios y lisonjas, de esa manera seremos felices siempre, estando tanto de un lado como del otro.

Nos dice Kempis (Op cit III-cap 27): “Por eso la quietud y sosiego del alma consisten, no en la satisfacción exterior de uno o más deseos, sino más bien en despreciar y cortar de raíz esos mismos deseos del corazón”.

Tenemos pues que aprender a esperar el momento de cada quien y aprender a disfrutar todos esos momentos que son venidos de la mano de Dios y que a la vez que son pruebas, serán también motivo de felicidad en nuestra vida si los recibimos con sabiduría y las justipreciamos como regalos del amor infinito de Dios hacia sus criaturas.

Op.Cit. Tomás de Kempis, “Imitación de Cristo”.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares
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IX-114 ¿Ya escogiste tu regalo?


En nuestras costumbres sociales, cuando nace un niño, las amistades de los padres compran regalos para ese niño y los llevan cuando van a visitarlo por primera vez. Los padres por su parte, retribuyen la atención regalando una tarjetita de recuerdo con algún dije o algunas almendras adosadas a la tarjeta. ¡Que costumbre tan bella!.

Me pregunto por qué no ocurre igual con el nacimiento del Niño Jesús. Quizás porque desde pequeños nos han enseñado que el Niño Jesús es quien trae los regalos de Navidad, nos han acostumbrado a recibir de él, pero no a darle. Sin embargo, si nos adentramos en la identidad de ese Niño que va a nacer en Belén, tenemos que llegar a la conclusión de que somos nosotros los que estamos en deuda con El, o con su Padre que es lo mismo, se trata del verdadero Dios, se trata de aquel a quien debemos la vida y todo lo que somos o hemos podido ser hasta el momento, de manera que lo más lógico parece ser que seamos nosotros los que le llevemos un presente ¿no les parece?.

Así hicieron los reyes magos que viajaron desde Oriente guiados por una estrella, después de entrevistarse con el Rey Herodes se pusieron en camino hasta que la estrella se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño. “Al entrar a la casa vieron al niño con María, su madre; se arrodillaron y le adoraron. Abrieron después sus cofres y le ofrecieron sus regalos de oro, incienso y mirra” (Mt 2, 11).

Nosotros estamos en camino hacia Belén, si estás de acuerdo conmigo debemos preparar nuestro regalo para el Niño Dios, ¿Ya escogiste tu regalo? Tienes que pensarlo muy bien, no es fácil regalarle algo a quien todo lo tiene y todo lo puede, pero si es posible.
En esto de los regalos siempre se acepta alguna asesoría, como preguntarle a alguien por los gustos de la persona o por lo que le hace falta.

Sabemos que Dios nos quiere puros, que se alegra infinitamente cuando un pecador vuelve arrepentido: “Yo les digo que de igual modo habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que vuelve a Dios que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de convertirse” (Lc 15, 7).
¿Qué te parece este regalo? Una buena confesión, un arrepentimiento sincero de todo lo que hemos hecho mal, dolor de corazón y el propósito de no pecar mas, luego de la absolución, cuando estemos seguros de que Dios nos ha perdonado, acercarnos a la Eucaristía y recibirle en cuerpo, alma y divinidad. Y cuando lo tengamos en nuestro pecho, nos postraremos ante él como hicieron los reyes magos para adorarle, solo entonces si podemos pedirle algo, que nos haga mejores, mejores personas y mejores cristianos, y que cambie nuestras vidas de una vez y para siempre.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

IX-113 Y tú Belén de Judá...




Los planes de Dios son inmutables, desde hace mucho tiempo ya el Señor había determinado que su Hijo naciera en Belén, así lo expresa el profeta Miqueas 700 años antes cuando dice: “Pero tú, Belén Efrata, aunque eres la más pequeña entre todos los pueblos de Judá, tú me darás a aquel que debe gobernar a Israel.”(Miq 5, 1).
Sin embargo, cuando las cosas van a suceder se nos presentan como casuales, así cuando a María ya se le estaban acercando los días del parto, sucedió que hubo un edicto del César Augusto para que se hiciera un censo de población en todo el imperio romano que prácticamente se extendía por todo el mundo conocido hasta entonces y para censarse cada quien debía hacerlo en el registro común de su propia ciudad que en el caso de José era Belén como todos los descendientes de David.

Cuando José se enteró de esto se puso muy triste y afligido porque sabía lo delicada que estaba la Virgen para emprender un viaje desde Nazaret hasta Belén y tampoco quería dejarla sola, precisamente cuando más requería de su compañía.

La Virgen por su parte sabía que el niño debía nacer en Belén porque así se lo había revelado Dios, pero guardaba silencio porque no había sido autorizada a revelar aquel secreto.

José entonces pidió a la Virgen que consultara al Altísimo si podía llevarla con él a Belén, ya que no quería apartarse de ella en aquellos momentos. La Virgen fue obediente y humilde ante la petición de su esposo y aunque conocía la voluntad de Dios, presentó al Señor aquella consulta. Dios le respondió: “Amiga y paloma mía, obedece a mi siervo José en lo que te ha propuesto y desea. Acompáñale en la jornada, yo estaré contigo y te asistiré con mi paternal amor y protección en los trabajos y tribulaciones que por mi padecerás y, aunque serán muy grandes, te sacará gloriosa de todas mi brazo poderoso”.(Op.cit 450)
José se llenó de júbilo y consuelo al conocer la respuesta del Señor y comenzó de inmediato a preparar el viaje.

Meditando estos pasajes debemos fijar nuestra atención en dos aspectos, por un lado la prudencia y por otro la obediencia que debemos tener en todas las cosas de Dios, imitando así el ejemplo de la Santísima Virgen. Si nos entregamos a la voluntad de Dios, El estará con nosotros en todas nuestras tribulaciones y si somos fieles y obedientes derramará sobre nosotros la abundancia de sus dones.

(Op.cit) María de Jesús de Agreda:“Mística Ciudad de Dios, Vida de la Virgen María”

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

lunes, 17 de noviembre de 2008

IX-112 El Pan de Vida.


Para nuestro crecimiento espiritual debemos analizar y meditar las Sagradas Escrituras, leer la Santa Biblia, los escritos de los santos padres de la Iglesia y la vida de los santos, pues mientras dediquemos todo nuestro tiempo a las lecturas mundanas, literatura, historia, idiomas y ciencias, estamos comiendo polvo como le dijo Nuestro Señor a Santa Gertrudis en una aparición: “Hasta ahora te has dedicado a comer polvo como los que no tienen fe. De allí has tratado de extraer miel y solo has encontrado espinas. Desde ahora dedícate a meditar en mis mensajes y ahí si encontrarás el verdadero maná que te alimentará y te dará la fortaleza y la paz.”

Recordemos que el maná fue el pan que Dios hizo caer del cielo, para que los israelitas se alimentaran en el desierto durante aquella larga travesía, después de su liberación de la esclavitud en Egipto. Sin embargo, Jesucristo cuando nos habla de la Eucaristía se compara a si mismo con aquel maná y nos dice: “Yo soy el pan de vida. Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron: aquí tienen el pan que baja del cielo para que lo coman y ya no mueran. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre.


El pan que yo daré es mi carne y lo daré para la vida del mundo.” (Jn 6, 48-51).

Para el momento en que Jesús hace estos anuncios no había instituido todavía la Eucaristía, lo que vino a hacer durante la última cena con sus apóstoles, por lo que estos anuncios parecían extraños y los judíos discutían entre si preguntándose ¿Cómo puede este darnos a comer su carne? Incluso los mismos apóstoles vinieron a entender las palabras de Jesús durante la última cena con el Maestro.

En el Antiguo Testamento leemos que entre los diversos sacrificios que se hacían en el Templo estaban los de comunión, en los cuales después de haber sido sacrificada la víctima, los fieles comían parte de su carne en un banquete, esta comida los unía a Dios. De allí que Jesús sabiéndose victima del supremo sacrificio de la cruz, quiso dejarnos esta institución, que tiene su antecedente en aquella, para que pudiésemos comer su carne y beber su sangre y por tanto estar unidos a El, perfeccionando así el sacrificio.

Vamos en búsqueda del Pan de Vida, es el maná que baja del cielo para alimentarnos y para darnos vida eterna, no desperdiciemos la oportunidad que tengamos de comulgar con frecuencia, desde luego con la debida preparación, de alimentarnos de ese pan divino que nos une íntimamente con el Señor y conservémosle en nuestro corazón el mayor tiempo posible, alejándonos del pecado, para demostrarle nuestro amor, tengamos ansia de esa unión con Jesús, tengamos hambre de la Eucaristía.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

viernes, 14 de noviembre de 2008

IX-111 Estar al Margen.


Continuamos nuestro camino hacia Belén, a lo lejos vemos una estrella resplandeciente que parece indicarnos la meta de nuestro viaje, debe ser la misma que orientó a los Reyes Magos que viajaron con sus regalos, desde Persia y de lugares muy distantes, para conocer y adorar al recién nacido nuevo rey de los judíos.

A lo largo de nuestra ruta vemos caras que están observándonos, están como al margen del camino pero no se atreven a incorporarse a nuestra caravana, tienen como miedo de comprometerse. Me recuerdan a aquellas personas que llegan hasta las puertas de la Iglesia y se quedan allí sin entrar, escuchando desde lejos las palabras del sembrador y desde luego muy distantes como para que las semillas caigan en sus mentes y en sus corazones. También nos recuerdan aquellas que si las vemos de vez en cuando en las misas, uno que otro domingo, que van como turistas, cuando tienen tiempo de sobra, miran por aquí y por allá, asumen una posición de indiferencia ante lo que hacen las otras personas y no se integran a la comunidad de los cristianos, estos observadores a pesar de estar adentro también están al margen.

“No tengáis miedo” era la consigna que predicaba en sus viajes el recordado Papa Juan Pablo II, animando a estos que no se atreven a entrar. ¿Cuál es la razón de esta actitud? ¿Qué les impide comprometerse?.

Hay afectos externos que los mantienen atados, como dice Kempis: “El que no está desprendido de toda criatura no podrá libremente atender a las cosas de Dios” Y cuando se habla de criatura no se refiere exclusivamente a las personas sino a todo lo creado por Dios, las cosas materiales y perecederas que constituyen el mayor obstáculo para nuestra vida espiritual.

Decía Jesús: “Donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón” (Mt 6, 21) Por eso no se atreven a entrar, porque su tesoro está afuera de la vida espiritual y temen perderlo, no se dan cuenta que no son ellos los que poseen el tesoro sino que es el tesoro el que los posee a ellos.
Pidámosle a la Santísima Virgen que nos ayude a todos a comprometernos, que nos ayude a entrar, para acercarnos a su hijo amado, para conocerle, amarle y adorarle, y para que su semilla germine fructíferamente en nuestros corazones y lo demos a conocer a los demás.


Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.



miércoles, 12 de noviembre de 2008

IX-110 Un hombre perfecto.‏


En nuestra meditación anterior hablábamos de la Procesión del Santísimo como un recordatorio de las multitudes que seguían a Jesús en su caminar y en su predicación. ¿Qué era lo que atraía a las gentes para seguir a Jesús? ¿Cómo era Jesús? ¿Era acaso como un líder político, de esos que conocemos hoy que es capaz de reunir a grandes grupos de personas para que le escuchen?¿O como esos cantantes que reúnen multitudes frenéticas que gritan de entusiasmo? Existe una profunda diferencia, estas personas nos causan una impresión momentánea pero no cambian nuestras vidas.

Alguien podría decir que por ser Dios atraía a las personas para que le escuchasen, pero recordemos que Jesús además de ser Dios, el Hijo del Padre, la segunda persona de la Santísima Trinidad, también era verdaderamente un hombre, había sido engendrado en el vientre de una mujer, era “Hijo del Hombre”, por tanto era en todo igual a nosotros, menos en el pecado, era un hombre perfecto.

En el evangelio de San Marcos leemos que “Mucha gente acudía a Jesús y lo escuchaba con agrado” (Mc 12, 35). Es decir que tenemos por una parte la atracción personal y por la otra el escuchar su palabra. La gente acudía a Jesús por alguna referencia o por casualidad o por cumplir algún encargo y luego quedaban fascinados al escucharlo hablar. Como aquellos guardias del templo que fueron enviados una vez para prenderlo y quedaron cautivados ellos mismos por las palabras de Jesús y regresaron diciendo que aquel hombre hablaba como jamás nadie habló. Escucharle cambiaba la vida de las personas.

¿Qué era lo que hacía perfecto a aquel hombre? Cualidades que por si solas son capaces de adornar a una persona se reunían en un solo hombre, era a la vez grande y humilde, hablaba con madurez y sabiduría, era bondadoso en extremo, hablaba con autoridad y se hacía respetar y los que le conocían de cerca sabían de su vida interior y de su oración constante.

Es por ello que Cristo debe ser nuestro modelo en la búsqueda de la perfección humana, seguir a Jesús verdadero Dios y verdadero hombre significa acudir a él por nuestra propia voluntad, luego escucharle en la lectura del evangelio, y poner en práctica sus enseñanzas, Jesús es la puerta del cielo que se nos abre para que entremos por él a la gloria eterna.

Cuando entras en oración estas en presencia de El, es como si estuvieras sentado en la grama dispuesto a escucharle, pon toda tu conciencia en lo que estás haciendo y vive con intensidad esos momentos. Pidámosle a María, su Santísima Madre que nos enseñe a seguir a Jesús su hijo amado y a escuchar sus palabras y asimilarlas en nuestro corazón.

lunes, 10 de noviembre de 2008

IX-109 La Procesión del Santísimo.


Ayer tuvimos la grata oportunidad de participar en una preciosa Procesión del Santísimo Sacramento que se realizó como parte de los actos de clausura de las 40 horas de adoración que se llevaron a cabo los tres días previos en la Catedral Metropolitana de Caracas. Estos actos comenzaron con una misa solemne, oficiada por el reverendo párroco de la Catedral, la cual contó con la presencia de la Coral Betania, prosiguió luego con la procesión del Santísimo acompañado de numeroso grupo de fieles que entonando cantos populares en honor al Señor recorrió las calles adyacentes a la Plaza Bolívar de Caracas, pasando por las esquinas de Torre, Principal, Monjas y Gradillas para regresar nuevamente a La Torre donde está ubicada la Catedral, allí se hizo un acto final de adoración en la capilla donde se realizaron las 40 horas y finalmente la bendición con el Santísimo en el Altar Mayor. Posteriormente la Coral Betania obsequió a los presentes con un breve concierto navideño.

Las procesiones son actos en los cuales los fieles van ordenadamente de un lugar a otro, como asamblea litúrgica en marcha, algunas veces dentro de la Iglesia y otras por las calles, para honrar al Santísimo Sacramento, a la Virgen o a los santos. El grupo de personas va encabezado por los ciriales y la cruz alta, es decir unos cirios portátiles encendidos y una cruz metálica o de madera que tiene grabada la imagen de Jesús crucificado, luego van los portadores de los pendones que simbolizan los grupos o cofradías participantes, después va el sacerdote portando la custodia con el Santísimo, protegido por un toldo que llevan algunos fieles y finalmente la multitud de los fieles participantes.

La procesión es un símbolo del seguimiento a Cristo, es una manera de recordar aquellos momentos en que Jesús recorría las calles y los caminos de Israel, seguido de sus apóstoles y de un gentío que quería escuchar su palabra y a la vez ser testigos de las maravillas que a cada momento realizaba el Señor.

Hoy en día las procesiones por la calles se han visto limitadas por el tránsito intenso de vehículos y de personas, por el comercio informal y por la agitación de la vida ciudadana y hay además muchas personas que consideran a las procesiones como algo anticuado y se abstienen de participar. Sin embargo, mientras mayores sean las dificultades los cristianos deberían crecerse para demostrar con gestos y signos visibles su deseo de seguir a Cristo, su disposición valiente de mostrar públicamente su fe y su amor por aquel que es Luz de todos los caminos, por aquel que es todo misericordia, justicia y paz. Participemos pues en las procesiones y demostremos ante los ojos de todos, sin avergonzarnos que somos seguidores de Cristo y de sus pisadas.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

viernes, 7 de noviembre de 2008

IX-108 Pasado, Presente y Futuro


El hombre quiere olvidar su pasado, vivir el presente y le inquieta el futuro, por eso presta oídos muchas veces a los adivinadores que se atreven a predecir las cosas que ocurrirán en los próximos días o años. La historia nos da cuenta de personas que se adelantaron a su tiempo y predijeron hechos que en realidad sucedieron posteriormente, son misterios que solo pueden explicarse si los atribuimos a la sabiduría de Dios, quien es realmente el dueño y Señor del tiempo y del espacio. Esto no quiere decir que exista un “destino” por medio del cual cada quien esté de antemano condenado a pasar por determinados momentos en su vida y no pueda ser capaz de modificarlos, por el contrario, Dios nos ha dado la capacidad para discernir y decidir en cada encrucijada que se nos presente y de esas decisiones, buenas o malas, es que va a depender nuestro futuro.

Dios quiere que actuemos de determinada manera, pero nos da libertad para decidir en cada momento de nuestra vida, es lo que se llama el libre albedrío, por eso cada quien es responsable de si mismo, su presente es consecuencia de las decisiones que tomó en el pasado y su futuro será a su vez la consecuencia de las decisiones que tome en el presente.

Sin embargo, Dios está siempre pendiente de nosotros y nos envía mensajes constantemente, en el pasado leemos en la Biblia que lo hacía por intermedio de los profetas. Por cierto, hoy celebra la iglesia el día de los doce santos profetas menores del Antiguo Testamento. En efecto, los profetas de la Biblia se clasifican en Mayores y Menores, se considera a cuatro mayores que son Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel y a doce menores que son: Ageo, Amós, Abdías, Habacuc, Jonás, Joel, Malaquías, Miqueas, Nahum, Oseas, Sofonías y Zacarías.

Sería muy largo en estas cortas líneas hablar de cada uno de ellos, pero vamos a referirnos a Miqueas que tiene mucho que ver con ese camino que hemos emprendido imaginariamente a Belén. Miqueas vivió 700 años antes de Cristo, fue contemporáneo de Isaías, aún cuando ninguno de ellos menciona al otro en sus escritos, criticó duramente a los jefes y los ricos que oprimían al pueblo de Israel, denunciándolos como responsables de la miseria del pueblo y profetizó que de Belén saldría “aquel que debe gobernar a Israel: su origen se pierde en el pasado, en épocas antiguas. Por eso, si Yavé los abandona es solo por un tiempo, hasta que aquella que debe dar a luz tenga su hijo…él se mantendrá a pie firme y guiará su rebaño con la autoridad de Yavé, para gloria del Nombre de su Dios; vivirán seguros, pues su poder llegará hasta los confines de la tierra. El mismo será su paz.” (Miq 5, 1-4).Como decimos en criollo, más claro no canta un gallo.

Construyamos nuestro futuro con las decisiones acertadas del presente, cumpliendo con todos los preceptos del Señor y siguiendo los pasos de su Hijo Jesucristo, para ello invoquemos constantemente la ayuda de la Santísima Virgen, aquella que debía dar a luz en Belén y que es también nuestra madre amorosa que nos cuida desde el cielo.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


miércoles, 5 de noviembre de 2008

IX-107 Saturados de Inutilidades.


En los próximos días comienzan los empleados a recibir sus “utilidades”, es decir ese pago anual que se les hace por ley y que corresponde a una parte de las ganancias obtenidas por la empresa durante el año, o en el caso de los servidores públicos los “aguinaldos”. Este dinero se usa generalmente para costear los gastos de celebración de la navidad y el año nuevo, para la compra de adornos y regalos o la preparación de comidas y bebidas, cada quien de acuerdo con sus posibilidades, así como hay a quienes les alcanza hasta para ahorrar, hay otros que han gastado de más durante el año y solo les alcanza para pagar sus deudas.

La intención de esta meditación no es decirles como deben utilizar sus utilidades o aguinaldos, pero si recordarles al prójimo, que no pensemos únicamente en nosotros mismos. Nos dice la Biblia en el libro de Sirácides: “Hijo mío, haz buen uso de todo lo que tengas, y preséntale al Señor ofrendas generosas. Acuérdate que la muerte no tardará, y que tu hora no te ha sido aún revelada. Antes de morir haz el bien a tu amigo, se generoso según tus medios. Disfruta de la vida y no desdeñes un gusto legítimo si se te presenta en el camino.” ( Sir 14, 11-14). Es decir que no debemos abstenernos de disfrutar de algún gusto legítimo, pero siempre buscando dar y compartir con la familia y con el prójimo, que lo que hagamos en este sentido es una ofrenda generosa al Señor.

En este mundo consumista, rodeados de propagandas de todo tipo, por carteles, medios impresos, radio y televisión, tenemos la tentación de comprar cosas inútiles que no nos sirven sino para satisfacer la vanidad y el capricho, miremos a nuestro alrededor en la casa y veremos cuantas cosas tenemos que no usamos nunca, estamos Saturados de Inutilidades. ¿Cuántas de esas cosas son inútiles para nosotros pero podrían ser útiles en manos de otra persona?¿Qué hacemos con guardarlas, para qué?.


Recordemos también las palabras de Jesús: “Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida” (Lc. 12, 15). ..”Esto vale para toda persona que amontona para si misma en vez de acumular para Dios” (Lc 12, 21).
Es la hora de compartir, de dar, de ser generosos, eso no implica que nos privemos de nuestros propios gustos, pero con moderación, teniendo siempre presente la solidaridad humana, el amor al prójimo y muy especialmente al necesitado, con nuestras buenas obras acumularemos un tesoro en el cielo, donde no lo corroe el tiempo ni la polilla. Demos con amor, con cariño, por la Gloria de Dios.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.



lunes, 3 de noviembre de 2008

IX-106 Celestial Prudencia

Entramos en el mes de Noviembre, un mes que nos trae fechas muy importantes como la celebración de la Virgen de la Medalla Milagrosa o simplemente “La Milagrosa” como se le designa popularmente y también la de su vidente Santa Catalina Labouré, la santa del silencio, San Martín de Porres que se celebra hoy, Santa Margarita de Escocia, la Presentación de la Santísima Virgen, Santa Cecilia, San Andrés y por si fuera poco hemos celebrado anteayer y ayer las fechas de Todos los Santos y de Todos los Difuntos.
En nuestro camino a Belén nos faltan apenas 51 días para que lleguemos a tiempo para la Natividad de Jesús, preparémonos, meditemos en todas estas cosas, leamos la vida de los santos y oremos continuamente para que el Señor guíe nuestros pasos por los senderos de la justicia y de la paz.

María actúa con Celestial Prudencia, su preñez está ya bastante avanzada, ella sabe que en su vientre palpita la vida de nuestro Dios y Señor, por ello se esmera en preparar a tiempo todo lo necesario para su recibimiento. Ella ha hilado paños de lino que servirán ahora para recortar los pañales y fajitas necesarias y pide a San José que busque una tela de lana que sea suave para hacer las mantillas, sabe que este Rey que va a nacer quiere humillarse y ser tratado como hijo de los hombres y así lo manifestará él mismo más adelante cuando se autodenomine “El Hijo del Hombre”, pues así lo quería su verdadero Padre, el Creador de Cielos y Tierra.

Con especial cuidado prepara la Virgen Santísima las camisillas y sabanillas que debería usar Nuestro Señor, haciéndolo todo con sus propias manos, con reverencia, a veces humedeciéndolas con sus propias lágrimas y perfumándolas con flores y yerbas que le traía San José para preparar agua olorosa y rociarlas y guardarlas cuidadosamente en una cajita que llevaría consigo a Belén.

Todo esto nos debe hacer pensar en lo cuidadosos que debemos ser con todas las cosas que preparamos para adorar a Dios y para honrar a la Virgen y a los Santos, cuando hacemos, por ejemplo, el pesebre que nos va a recordar en la casa o en el trabajo, el nacimiento del Niño Dios o cuando preparamos un altarcito para nuestras imágenes que debemos hacerlo con el mayor amor, procurando utilizar las cosas que sean más bonitas y más sencillas, no es necesario que sean costosas, pero si que sean escogidas con gusto y con el deseo de agradar al Señor, haciendo uso de esa Celestial Prudencia que adornó a la Santísima Virgen durante aquella espera amorosa.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

viernes, 31 de octubre de 2008

IX-105 Manifestación del amor de Dios.


“El amor viene de Dios. Todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha nacido de Dios, pues Dios es amor. Envió Dios a su Hijo único a este mundo para darnos la vida por medio de él. Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros. No somos nosotros los que hemos amado a Dios, sino que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor (1Jn 4, 7-10).

La Biblia nos muestra como el amor de Dios se ha manifestado a los hombres desde los tiempos más remotos, primero por medio de los Patriarcas, luego por medio de los profetas y en la plenitud de los tiempos por medio de su Hijo único, como nos dice el evangelista San Juan en la cita anterior. Esta es su manifestación más grande pues por medio de ella nos ha revelado muchos de los misterios que encierra su divinidad. Sin embargo, la reacción del hombre no siempre ha sido de aceptación de estas manifestaciones, por el contrario, los que las han rechazado lo han hecho de manera violenta, agrediendo y matando a los profetas y crucificando a aquel que es toda verdad y pureza, al Hijo de Dios.

A pesar de todo Dios ha continuado manifestando su amor a la humanidad, porque el amor viene de él, y en los últimos tiempos ha enviado a la Santísima Virgen, la mujer que fue escogida por El para engendrar a su Hijo, la que fue concebida sin pecado original, la que vivió al lado de Jesús toda su vida terrenal y sufrió amargamente el rechazo del pueblo de Israel cuando una espada atravesó su corazón de madre, para luego recibir el premio eterno, la Gloria de ser la Reina del Cielo.

Ella nos trae ahora el mensaje del Padre, la manifestación de su amor, en Lourdes, Fátima, París, Beauraing y Banneux, Garabandal, Medjugorje, Finca Betania y tantos otros lugares que sería prólijo enumerar.

El hombre sin embargo sigue reaccionando al igual que a través de la historia, cuestionando las apariciones de la Virgen Santísima en lugar de aceptar la vida que viene en sus mensajes, llenos de amor y de ternura, porque es en realidad Dios mismo quien se manifiesta a través de ella, es el amor de Dios que quiere derramar sus gracias sobre todos nosotros para nuestra salvación.
Acudamos con fe a los santuarios marianos que la Virgen nos espera con los brazos abiertos, con gesto de madre que acoge a sus hijos, escuchemos los cánticos angelicales que adornan su mensaje de paz y acunémonos en su regazo para que sane nuestras almas y encienda en nosotros el fuego del amor y la reconciliación.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


miércoles, 29 de octubre de 2008

IX-104 Los días pasan volando.

Con mucha frecuencia escuchamos esta expresión popular que pone de manifiesto nuestra nostalgia por la rapidez con que los acontecimientos buenos de la vida, parece que transcurrieran muy rápidamente. Sin embargo, sabemos que el hombre ha inventado equipos de medición del tiempo que son muy precisos y que nos dicen que aquella frase no es más que una impresión de nuestra mente que quisiera alargar unos momentos y acortar otros.

En nuestro camino hacia Belén, los días pasan volando, ya estamos por entrar en el penúltimo mes, veamos lo que ocurre en la casita de Nazaret, donde María y José aguardan la fecha en que vendrá al mundo el Hijo de Dios, el Mesías prometido. En sus momentos de descanso, la Virgen lee algunos pasajes de la Sagradas Escrituras a su esposo José y éste a su vez le hace preguntas y escucha las respuestas divinas de su Santísima esposa. Ella le confía muchas de las predicciones sobre la vida de Jesús, aunque hablando menos de lo referente a su pasión y muerte para no entristecer al corazón sensible de José.

Por su parte, el santo José piensa en los días que vendrán y en los cuales tendrá bajo su cuidado al Niño Dios, podrá tocarlo y escucharlo, comer y vivir con él en aquella humilde casita. Su dicha es tan grande que se duele de ser pobre y de no poder brindarle a su Dios los palacios y tesoros que quisiera darle. Pero la Virgen le aclara que Dios no ha querido venir al mundo en medio de riquezas que en realidad no le hacen falta, que su misión es la de encaminar a los hombres hacia la vida eterna y demostrar que esto se puede lograr en humildad y pobreza y que para lograr la felicidad es necesario desterrar de nuestros corazones la codicia y la arrogancia, que la posesión de bienes y riquezas es vanidad de vanidades como dice el Eclesiastés y que solo sirven para nublar el entendimiento y no dejar entrar la luz de la verdad.

Los días pasan volando, nuestra vida pasa también volando, ¿Para qué ocuparnos en acumular bienes y poner nuestra confianza en el dinero?¿Por qué no ocupar nuestra vida en merecer la felicidad eterna? El oro esclaviza y endurece los corazones y nos aparta de Dios y de su Divina Providencia que es lo peor que puede pasarnos.

Justo es trabajar y dejar de lado la ociosidad, pero sin poner la confianza en nuestros propios recursos, sino en la bondad y la providencia del Criador, para que nunca nos falte su asistencia y su amor. No desperdicies tu vida, recuerda que los días pasan volando.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.



lunes, 27 de octubre de 2008

IX-103 Excusarnos con Jesús


En un pasaje del evangelio de San Lucas leemos que Jesús dijo a alguien: “Sígueme”. El contestó: “Señor, deja que me vaya y pueda primero enterrar a mi padre” Jesús le dijo: “Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos. Tú ve a anunciar el Reino de Dios.” Otro le dijo: “Te seguiré, Señor, pero antes déjame despedirme de mi familia”. Jesús le contestó: “El que pone la mano en el arado y mira hacia atrás, no sirve para el Reino de Dios”.(Lc 9, 59-62).

Es probable que esta situación haya ocurrido muchas veces en la vida de Jesús, en la que personas invitadas por él a seguirle se hayan excusado de alguna manera u otra, mucho más que la situación contraria, que también se nos narra en los evangelios, de personas como Mateo o como Zaqueo o los propios apóstoles que aceptaron de inmediato el llamado de Jesús y le siguieron, estos viven hoy no solo en nuestra memoria y en la historia sino, lo que es más bello, en el Reino de los Cielos, en cambio de los que se negaron apenas queda ese intercambio de palabras con el Maestro y luego cayeron en el olvido para siempre.

Desde luego que si yo te preguntara en este momento cual sería tu actitud ante un llamado similar, me responderías que tú dejarías todo por seguir a Jesús, el Divino Maestro, sin embargo, Jesús nos llama a todos constantemente, por intermedio de otras personas que nos trasmiten su mensaje, cuando alguien te dice : ¿Quieres acompañarme a Misa el domingo? O te dice: ¿Quieres rezar conmigo el Rosario? O cuando lees estas meditaciones o lecturas similares y sientes el llamado de Dios a la conversión, a la libertad, al rompimiento con el modo de actuar del común de las personas de este mundo, ese es el momento en que Jesús te está diciendo “Sígueme”, y recuerdas cuantas veces has dicho a la persona que te habla: “Hoy no puedo, tengo algo que hacer, quizás otro día”, “Me gustaría, pero estoy tan ocupado, tengo tanto trabajo”, estás haciendo exactamente igual que las personas del evangelio que se excusaron por no seguir a Jesús.

El Señor no nos obliga, nos invita, dulcemente: “Sígueme”. ¿Recuerdas tu primer encuentro con El?, en tu Primera Comunión, ¿qué le dijiste entonces? Señor siempre te amaré, nunca más me apartaré de ti, cómo podré pagarte Señor esta felicidad que me das hoy por primera vez, y después de aquel momento, cuántos beneficios has recibido de El y de que manera se los agradeces. Medita en estas consideraciones y escucha el llamado de Jesús, El no se cansa de llamarte porque las llamas de su Corazón arden incansablemente, no te sigas excusando, no aplaces más el momento del encuentro, acude presto como aquella primera vez, con la candidez de un niño inocente y dile aquí estoy Señor, nunca más me separaré de ti.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


jueves, 23 de octubre de 2008

IX-102 En espíritu y verdad


En nuestra anterior meditación iniciamos un camino imaginario hacia Belén, alguien me comentó que le parecía muy pronto porque todavía estamos a dos meses de la celebración de la Natividad del Señor. En realidad deberíamos haber comenzado mucho antes, pues si a ver vamos a estas alturas ya la Virgen tiene siete meses de preñez y recuerden que ella, durante la Anunciación, tuvo noticia por medio del ángel que su prima Santa Isabel estaba en estado desde hacía seis meses y casi inmediatamente se puso en camino para ir a visitar a su prima y ayudarle en sus tareas durante los tres últimos meses de su embarazo.

Debemos imitar a la Virgen Santísima en todas sus acciones ya que ella es nuestro modelo de santidad y una de las cosas en las que podemos hacerlo es en que para ella no existían diferencias de tiempo de lugar o de ocupación, para practicar la fe y de esa manera adorar a Dios en espíritu y verdad, como lo dijo Jesús en aquella conversación con la Samaritana: “Pero llega la hora, y ya estamos en ella, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad.


Entonces serán verdaderos adoradores del Padre, tal como él mismo los quiere. Dios es espíritu y los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad.” (Jn 4, 23-24)

No podemos por tanto hacer treguas ni intervalos ni ponernos a escoger sitios o lugares para adorar y dar gracias a Dios, porque él está presente en todas las cosas y en todo momento y así como nuestro cuerpo desde el momento en que nacemos comienza a respirar y nuestro corazón a latir en continuidad de manera que nuestro organismo se mantenga vivo, así también debemos de mantener nuestro espíritu creciendo en fe y en gracia de Dios sin interrupciones, procurando ejercitar las virtudes de la fe la esperanza y la caridad en todo momento y en cualquier sitio.

Si leemos la vida de la Virgen Santísima observamos que en sus viajes estaba siempre pendiente de las necesidades de aquellas personas que pasaban a su lado o que estaban cerca cuando se detenía en algún lugar y si el caso lo requería pedía a su Hijo que obrara a favor de aquella persona para sanarla o para liberarla de alguna opresión maligna, esta es sin lugar a dudas la mejor manera de manifestarle a Dios que lo queremos y que estamos dispuestos a servirle en todo tiempo y lugar, amando al prójimo como a nosotros mismos.

Si hacemos esto, también él estará con nosotros acompañándonos y no temeremos ningún mal, aunque pasemos por momentos difíciles y oscuros en nuestras vidas, tengamos fe en Dios y adorémosle en espíritu y verdad.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.


miércoles, 22 de octubre de 2008

IX-101 Vamos a Belén.


Ya comienzan a verse en los aparadores de las tiendas los primeros artículos navideños del presente año y la radio nos deja escuchar melodías que nos recuerdan estas dulces fechas. La alegría y la paz que trae la Navidad no se limita exclusivamente a la Noche Buena sino que se extiende y se presiente, es la paz de Dios que se llega hasta los hombres para darles su consuelo.
Esa paz viene de Belén, el sitio escogido por Dios para el nacimiento de su hijo Jesús, un lugar muy pobre, una ciudad muy pequeña de quien nadie pensaba que pudiera salir algo bueno, pero así son las cosas del Padre, siempre se va a lo más humilde a lo más sencillo, para enseñarnos, como decía María Esperanza, que “La Humildad es el puente de cristal que nos conduce al Cielo”.

Vamos pues también nosotros a Belén, iniciemos hoy nuestro camino y meditemos sobre lo que vamos a encontrar allí, hagamos como los Reyes Magos, vamos a guiarnos por la estrella, una estrella nueva que ha aparecido en el firmamento y que nos alumbra el camino hacia Belén.
¿Qué vamos a encontrar allá? Un aguinaldo muy popular dice: “Vamos pastorcitos, vamos a Belén, a ver a María y al Niño también”. Comportémonos humildemente, como aquellos pastorcitos que fueron informados por el Angel del Señor, que no hicieron preguntas, solo emprendieron su camino con sus ovejitas y fueron a conocer a aquel niño que acababa de nacer.


En efecto, como hemos dicho en otras oportunidades, a Dios podemos llegar a conocerlo por nuestra fe, no por nuestra razón, si vamos a Belén es porque tenemos fe en que aquel niño que vamos a ver es el Hijo de Dios, que no puede existir mayor dulzura que en su sonrisa, que no puede haber mayor paz que en aquel pesebre junto a la Virgen María, a San José y al coro de los ángeles cantando sus villancicos, dando Gloria a Dios y Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

“Que se alegren el desierto y la tierra seca, que con flores se alegre la pradera. Que se llene de flores como junquillos, que salte y cante de contenta, pues le han regalado el esplendor del Líbano y el brillo del Carmelo y del Sarón. Ellos a su vez verán el esplendor de Yavé, todo el brillo de nuestro Dios”. (Is. 35, 1-2).

Vamos a pues a Belén, iniciemos el camino, preparémonos para ese encuentro con la paz personificada en la Sagrada Familia de Nazaret para que ella nos cuide y nos proteja por siempre.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


miércoles, 15 de octubre de 2008

IX-100 El Cuerpo y El Espíritu.


Demos gracias a Dios porque en este noveno año de las meditaciones hemos podido llegar hoy a la número cien, alabado y bendito sea el Señor por habernos utilizado como instrumento para que su palabra y su amor llegue a todos ustedes.

Mi hermano Ricardo me ha reenviado un mensaje de Internet que cuenta una leyenda en la que un anciano indio le dice a su nieto que dentro de cada uno de nosotros existe una pelea entre dos lobos, uno que es el ego, malo, lleno de furia, rabia, envidia, remordimiento, avaricia, arrogancia, auto compasión, resentimientos, mentiras, falso orgullo e ínfulas de superioridad. En tanto que el segundo lobo es bueno, está lleno de alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, humildad, bondad, empatía, verdad, compasión y fe. Al final el niño pregunta al abuelo que quién ganará en esa pelea, ¿Cuál de los dos lobos vencerá? Y el abuelo responde: Aquel al que alimentes.

Los hombres estamos compuestos por un cuerpo y un espíritu, un cuerpo que es materia, carne, sangre, nervios, órganos, todos movidos armoniosamente por un cerebro y un corazón que trabajan incesantemente, de ese cuerpo nos sentimos falsamente orgullosos, es nuestro yo, nuestro ego, si por algún motivo nos lesionamos en alguna parte de nuestro cuerpo, nos compadecemos a nosotros mismos y esperamos que los demás nos compadezcan y si hay algún culpable de nuestro mal nos llenamos de rabia y de resentimientos hacia esa persona, nos creemos superiores a los demás y envidiamos cualquier ventaja que alguno de ellos pueda tener sobre nosotros y ella nos puede llevar hasta mentir y cometer cualquier pecado por lograr satisfacer nuestras ambiciones, todo eso en su conjunto es el lobo malo.

Pero Dios nos ha insuflado un espíritu que es capaz de luchar contra todos esos defectos y todos esos pecados capitales del cuerpo, que es capaz de traernos alegría, paz, amor y felicidad, un espíritu que está lleno de bondad, de amor a los hermanos, de compasión no por nosotros mismos sino por los que nos rodean, ese espíritu representa al lobo bueno, a ese es al que tenemos que alimentar para que pueda vencer en la lucha de la vida.

Tomás de Kempis los llama a uno la naturaleza y al otro la gracia y dice: “La naturaleza repara en las cosas temporales, gózase en las ganancias terrenas, se contrista por las pérdidas que sufre y se enoja por la más leve injuria que le infieren de palabra..” ..”La gracia tiene ante los ojos las cosas terrenas, no está asida a lo temporal, ni se turba ante su pérdida, ni se irrita por las palabras ofensivas. Es que tiene puesto su gozo y su tesoro en el cielo, donde nada se pierde.”
Alimentemos pues nuestro espíritu practicando las virtudes, para que al final de esta vida terrena, cuando el lobo malo vuelva al polvo, la gracia salga vencedora y pueda ir a disfrutar de sus gozos y sus tesoros en el cielo.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

lunes, 13 de octubre de 2008

IX-099 El Orgullo Patrio.


Ayer estuve escuchando la grabación de un concierto que presentara un conocido compositor venezolano cuya música ha traspasado nuestras fronteras y es escuchado hoy en día en muchos países del mundo, lo cual me causó una gran satisfacción personal, sentí interiormente ese legítimo orgullo de ser nacido en este país, eso mismo que se siente cuando estamos lejos y escuchamos una música o un himno patrio o vemos a un compatriota, que creo que no es un sentimiento que vaya en contra de la modestia y de la humildad, ya que no es un envanecimiento fatuo sino que mas bien es como una emoción muy interior, como cuando vemos en la Plaza San Pedro una bandera de nuestro país, o en las tribunas de un evento deportivo internacional un grupo de hinchas criollos, yo creo que eso se puede definir como el Orgullo Patrio. Lo mismo que deben sentir nuestros hermanos de otros países en situaciones similares.

Desde el punto de vista espiritual, nosotros los católicos, hemos sido nacionalizados como ciudadanos de un Reino que no es de este mundo, el Reino de Dios. Con el Sacramento del Bautismo nacimos a la gracia de Cristo, se borró la herencia del pecado original y adquirimos esa “nacionalidad” de seguidores de Jesucristo, nuestro Rey.

Ya lo dijo Jesús a sus apóstoles: “Si el mundo los odia, sepan que antes me odió a mi. No sería lo mismo si ustedes fueran del mundo, pues el mundo ama lo que es suyo. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los elegí de en medio del mundo, y por eso el mundo los odia”(Jn 15, 18-19) Y durante el juicio infame, al responder nuestro Salvador a Pilato le dijo: “Mi realeza no procede de este mundo. Si fuera rey como los de este mundo, mis guardias habrían luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reinado no es de acá.” Pilato le preguntó:”Entonces, ¿tú eres rey?” Jesús respondió: Tú lo has dicho; yo soy Rey. Yo doy testimonio de la verdad, y para esto he nacido y he venido al mundo. Todo el que está del lado de la verdad escucha mi voz.” (Jn 18, 36-38).

Debemos por tanto sentirnos orgullosos de pertenecer a ese Reino, aún cuando por serlo pudiéramos a la vez ser objeto de odio y cuando eso suceda, debemos mantenernos firmes en nuestras posiciones como ha sido el ejemplo de tantos mártires de nuestra religión que prefirieron la muerte antes que renegar de su fe católica.

Tenemos el testimonio de Cristo que es la verdad, hemos escuchado su voz y estamos del lado de la verdad, El nos ha elegido de en medio del mundo y por tanto ya no podemos pensar en amar las cosas de este mundo sino las cosas del Cielo, en imitarle a El, en seguirle, en cumplir sus mandamientos, especialmente amándonos los unos a los otros como El nos ha amado. Proclamemos con orgullo: ¡Viva Cristo Rey!, ¡Gloria a Dios, alabado sea el Señor!.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

miércoles, 8 de octubre de 2008

IX-098 La Alegría de un Padre.


Es difícil encontrar situaciones para comparar la alegría de un padre al encontrarse con su hijo después de una ausencia prolongada, quizás la única que se me viene a la mente es la del momento en que ese hijo nació, porque en realidad es como si hubiera vuelto a nacer, son pocos los mimos y los cariños que puedan dársele, sin importar nada de lo que hubiera podido pasar anteriormente, sin tomar en cuenta si ese hijo hizo bien o hizo mal durante su vida pasada, la alegría es incuestionable.

Por eso es tan comprensible la parábola de Jesús sobre el Hijo Pródigo, aquel hijo que le pidió a su padre la parte de la herencia que le correspondía y se marchó a tierras lejanas donde despilfarró toda esa fortuna llevando una vida desordenada. Para su mayor desgracia, en aquella región ocurrió una escasez que lo hizo pasar mucha necesidad, apenas si consiguió un trabajo de alimentar cerdos en una cochinera, y se decía a si mismo que los asalariados de su padre vivían mucho mejor que él. Sin embargo, este hombre se sobrepuso al infortunio y poniendo toda su voluntad se decidió regresar a casa para decirle a su padre "Padre, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados." (Lc 15, 18-19). Y se puso en camino de regreso.

La Alegría del Padre fue inmensa al ver regresar a su hijo, se le colgó al cuello y lo besó, mandó que lo vistieran con las mejores ropas y ordenó preparar una gran fiesta para celebrar el acontecimiento, porque aquel hijo al que creía muerto había resucitado.

Lo que Jesús nos quiere decir con esta parábola es que igual sucede cuando pecamos, creemos disfrutar de libertad, pero en realidad nos separamos de nuestro padre, Dios, nos alejamos de El, caemos en esa muerte espiritual que tiene incluso peores consecuencias que la muerte del cuerpo ya que nos niega la posibilidad de entrar al Reino de los Cielos que es la casa del Padre, es nuestra propia ruina.

Pero que si reflexionamos y ponemos toda nuestra voluntad podemos regresar, por medio del sacramento de la Confesión, Dios es nuestro Padre y nos va a recibir con los brazos abiertos y habrá fiesta en el Cielo por nuestro regreso.

Cuando pecamos lo hacemos contra Dios, contra su verdad y su santidad, estamos rompiendo esa relación divina con nuestro Creador, pero El es todo amor y nos conoce y nos comprende, por eso espera nuestro arrepentimiento, nuestra vuelta al hogar, nuestro nuevo nacimiento a la gracia.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.

martes, 7 de octubre de 2008

IX-097 ¡Que solos se quedan!...


“¡Dios mío, que solos se quedan los muertos!”, la frase es del insigne poeta español Gustavo Adolfo Bécquer en su poema “Cerraron sus ojos”, en el que nos narra su triste meditación ante la muerte de una pobre niña y el proceso siguiente de su velatorio y entierro, para quedar luego en lo que él llama “su último asilo, oscuro y estrecho”, en donde queda sola, casi a la intemperie, día y noche, sujeto a los cambios en las estaciones y a la lluvia y al viento, para caer al final en las preguntas que se hace: “¿Vuelve el polvo al polvo? ¿Vuela el alma al cielo? ¿Todo es vil materia, podredumbre y cieno?

En nuestra vida moderna, actualmente, se ha perdido aún más la consideración y el respeto por los difuntos, ya los velorios constituyen reuniones sociales en los que las amistades se reúnen para hablar y conversar sobre diversos temas, para tomar café o chocolate, mientras que el finado permanece solo como un objeto más en medio de la sala.

Para nosotros los católicos no debería ser así y debemos preocuparnos por revertir esta situación, ya que sabemos las respuestas claras a esa preguntas que se hacía el poeta español, estamos concientes de que el alma se separa del cuerpo y que vuela al cielo, mientras que es solo el cuerpo, la materia, lo que vuelve al polvo, y que en ese ascenso del alma nosotros podemos ayudar con nuestras oraciones y nuestras plegarias, con el rezo del rosario por ejemplo o con la celebración del santo sacrificio de la Misa y posteriormente con el novenario.

Pero nuestra responsabilidad comienza mucho antes, desde la etapa de la enfermedad, cuando todavía es tiempo de purificar aquella alma y obtener el perdón de sus pecados, por eso no debemos dudar en llamar un sacerdote a un enfermo, aunque no esté moribundo, para que se confiese y comulgue, para que reciba los santos oleos que muchas veces hacen que Dios le conceda una prórroga de vida y le permita concluir su misión en la tierra. Somos nosotros los que tenemos que hacer estas cosas, puesto que el enfermo está impedido y no puede hacerlo por si mismo, y seguramente Jesús nos pedirá cuenta de ello cuando nos toque el turno.

Tomemos la iniciativa, no dejemos solos a los enfermos ni a los muertos, ellos necesitan de nuestra ayuda, somos católicos y estas son obras de misericordia que debemos cumplir por amor a Dios y al prójimo.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.


lunes, 6 de octubre de 2008

IX-096 ¡Oh Dulcísima María!


Con estas palabras termina la letra del Salve Regina, el canto que se interpreta en honor a la Santísima Virgen María en todos los templos de la cristiandad en el mundo. ¡Oh Dulcísima María! , comparando la dulzura que disfrutamos en nuestra boca cuando saboreamos un riquísimo postre o un pedazo de torta, con la amorosa actitud de nuestra Santísima Madre al tratarnos como hijos suyos, con la diferencia de que esta dulzura la apreciamos en nuestro corazón y no en el paladar, porque ella sabe llegar a nuestro espíritu con suavidad y con palabras que son arrullos para nuestros sentimientos.

Nosotros sabemos distinguir la dulzura porque en alguna oportunidad hemos probado cosas amargas, también podemos decir lo mismo de la Virgen María, ella probó la amargura al presenciar la pasión de su Hijo Jesús, al verlo sangrante y clavado en la cruz, una espada atravesó su corazón, como lo había profetizado el viejo Simeón. La Virgen dijo a Santa Brígida: "ya que Adán y Eva, por comer una manzana vendieron al mundo, mi Hijo y yo, con un solo corazón lo hemos rescatado". Ella se vuelve ahora dulcemente hacia nosotros y nos habla de la estrechez del camino que conduce a la vida eterna, ese camino que nos mostró el Salvador y que nos invitó a seguirle. Un camino que no podemos modificar a nuestro gusto, estirándolo o ampliándolo para nuestra comodidad, es necesario que nos demos cuenta de la realidad que las cosas no son como a nosotros nos parezca sino según la Voluntad de Dios, los mandamientos no son ajustables a la medida de cada quien, por el contrario son leyes rigurosas en las que no podemos dejar de lado ni un punto ni una coma, porque de ello depende nuestra salvación o nuestra condena eterna.

La Virgen María en su quinto mensaje dado en las apariciones de Betania (Ver Bibliografía al pie) nos dice: "Hijitos, soy la Madre del Buen Consejo, medianera, que trata de persuadirlos a que escuchen el llamado, mi mensaje es de fe, amor y esperanza, y más que todo trae la reconciliación entre los pueblos y naciones pues es lo único que puede salvar este siglo de la inclemencia, guerra y muerte eterna. Hijos míos resta en sus manos la salud de un pueblo que pide justicia."
Ella no nos obliga a nada, ella es toda dulzura, simplemente "trata de persuadirnos a que escuchemos el llamado" ¿Cómo es posible permanecer sordos ante este llamado a la fe a la esperanza y a la caridad? Que modo tan suave de trasmitirnos con ternura infinita el amor de su Hijo. Ella es nuestra medianera, nuestra consejera, no desoigamos su dulce llamado.

Bibliografía: "La Glorias de María" San Alfonso María de Ligorio.
"Apariciones de la Virgen María en Betania", Pbro.Otty Ossa Aristizábal.

Que la paz y la bendición de Dios lleguen a todos sus hogares, feliz fin de semana y no olviden la misa dominical y el rezo del Rosario en familia.

miércoles, 1 de octubre de 2008

IX-095 ¿Es pecado fumar?


Vamos a comenzar con un chiste porque el cristiano tiene que ser alegre. Había un señor que fumaba mucho y el médico le advirtió acerca del peligro del cáncer y le aconsejó que cada vez que tuviera ganas de fumar y encendiera un cigarrillo, lo arrojara al suelo y lo apagara; así lo hizo el señor por algún tiempo, cada vez que encendía un cigarrillo lo tiraba al piso y lo pisaba para apagarlo, este Señor de todas maneras un día se murió, y murió de cáncer, pero en el pie.
A pesar de ser un chiste, ese cuento tiene varias cosas que meditar, los fumadores empedernidos dicen que de algo tiene que morirse uno, pero yo les diría que si es de algo inducido por uno mismo eso es equivalente a un suicidio; otro podría decir que eso demuestra que es imposible quitarse el vicio una vez adquirido y yo le diría que eso es doblegar nuestra voluntad y a la vez es desconfiar en el poder de Dios.

Lo primero que tenemos que pensar es que nuestro cuerpo es la riqueza material más grande que Dios nos ha dado para que la administremos en esta tierra, es el talento mayor que nos ha encargado, cuando comulgamos se convierte en un sagrario vivo del Santísimo Sacramento, por lo tanto es nuestro deber conservarlo saludable y limpio, puro, con una pureza digna de recibir al Señor cada vez que nos acerquemos a la Eucaristía y al final de nuestra vida Dios nos pedirá cuenta de los talentos que nos dio y de la manera como los hemos administrado. ¿Qué le diremos acerca de nuestro cuerpo?

Si definimos al pecado, en forma general, como todo aquello que va en contra de la razón, desde luego que el fumar cae dentro de esa definición, pues cansados están ya los fumadores de oír, lo que ya para ellos es una cantaleta, acerca de los peligros que encierra el cigarrillo y la cantidad de muertes que se producen anualmente por cáncer del pulmón y cáncer de la garganta, pero para ellos el vicio está por encima de cualquier razonamiento y por encima de su voluntad. Sin embargo, tenemos que pensar que Dios supone que nos amamos mucho a nosotros mismos, puesto que en su mandamiento nos dice: “amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Lev 19, 18) ¿Cómo vamos a cumplir con ese mandamiento si no nos amamos a nosotros mismos? Se peca también contra ese mandamiento cuando exhalamos humo que contamina el ambiente en perjuicio de los demás, de nuestros prójimos, y también cuando damos mal ejemplo a nuestros hijos con nuestro comportamiento de fumadores.

Medita un poco hoy sobre todo esto y considera si has pecado o no con tu actitud de fumador, fórmate un juicio imparcial y luego pídele al Señor que te ayude ya que para El nada es imposible.

Que la paz y la bendición de Dios llegue a todos sus hogares.